11 ago 2012

Cuento (2012)


Las voces empezaron un día en el campo. Había ido a pasar las vacaciones a un pueblo perdido de la meseta castellana, con mi familia. Apenas me había apartado diez metros de ellos cuando las empecé a oí.
Primero fueron susurros entre los cereales, arrastrados por la brisa. Eran casi inaudibles súplicas infantiles.
-Por favor, mamá, por favor, no lo hagas. Por favor, te queremos, por favor.
Miré alrededor, bajo el sol, con un sudor frío por la espalda que contrastaba con el calor de aquellas extensiones de terreno. Mis hijos reían un poco más allá, jugando a los caballeros bajo la sombra de los árboles. El viento se llevó esas palabras, y creí que lo había imaginado todo. Qué ingenua fui.
La segunda vez que las oí estaba en el cementerio, frente a la tumba de mi abuelo, fallecido años atrás. Recordaba sus consejos, su risa, su forma de contar historias. Para mí era un remanso de paz visitarlo de vez en cuando y depositar junto a su lápida unas flores, pero ese día las voces me acosaban.
Ya no eran infantiles ni suplicantes, eran adultas y agresivas. Parecían salir de los nichos de alrededor, con voz quebrada y desgastada. Casi podía ver los cuerpos descomponiéndose en sus estrechas cajas, comidos por los gusanos y hundidos en el olvido, gritándome, aporreando las sepulturas con sus huesos blanquecinos que aún poseían cierta cantidad de carne que se iba desgarrando y deslizándose por ellos, cayendo a su alrededor.
-¡Para, insensata, para!
-¡Los vas a matar, y te vas a suicidar!
-¡Deja eso!
Por primera vez me di cuenta de lo que me decían, de a qué se referían con sus gritos lastimeros. Me miré las manos. Pero me negué a dejar aquello, yo no hacía daño a nadie, era mi vida, mi futuro, mi destino. Además, ¿cómo me iba a suicidar con eso? Apenas había posibilidades.
Poco tiempo después las empecé a oír también en casa, y como siempre las ignoré. Parecían salir de todos los seres vivos: de las plantas de mi salón, del gato de mis hijos que ronroneaba a mis pies. Pero siguió empeorando: comenzaron a seguirme a todas partes, al supermercado, al cine, al trabajo. Y aun así yo no quería dialogar con ellas, ni entrar en razón, ni pensar sobre ellos. Era mi vida.
Hace una semana tuve mi primera pesadilla, y la última hasta el momento. Oía desde mi cama cómo mis hijos se ahogaban en su habitación, tosían, gritaban. Corrí por el pasillo, un corredor infinito y lleno de sombras amenazantes. Los escuché intentar abrir la ventana, vi temblar la puerta por la fuerza de sus pequeños puños.
Cuando llegué a su altura y abrí reconocí a mis pies al gato muerto. Más allá, sobre la alfombra roja, mis hijos estaban vomitando una materia negra y viscosa mientras sus cuerpos se movían por las convulsiones. Al acercarme más para auxiliarlos y llamar a gritos a mi marido, me percaté de que aquello negro y sanguinolento eran sus pulmones consumidos por el malvado humo.
Justo entonces noté las manos de mi marido zarandeándome y escuché cómo salía corriendo de la habitación. Lo seguí por el pasillo y los dos encontramos a nuestro hijo pequeño con un ataque de asma que había despertado a su hermano mayor. Era el que estaba llorando. Llevamos a los dos a urgencias.
Después de que el doctor nos explicara la posible causa de este primer ataque, volví a mirarme las manos. Los espíritus me habían avisado de algo y yo no había querido entender esas letras negras que ahora me miraban desafiantes.
Tiré mi cajetilla a la papelera más cercana, y ni volví a observar el mensaje porque se me había quedado grabado a fuego en la mente:
“Fumar perjudica gravemente su salud y la de quienes le rodean”.



-Fumar produce:
- Cáncer de pulmón y de garganta.
-Envejecimiento prematuro de la piel.
-Pérdida de masa muscular.
-Peor circulación de la sangre.
-Enfermedades respiratorias, ateroesclerosis, hipertensión muscular, depresión, dislipemias, carencias vitamínicas, tumores.
-Alteraciones de la fertilidad.
-Pérdida de memoria, insomnio, falta de productividad intelectual  y de rendimiento físico.
-Afecta más negativamente a niños y mujeres embarazadas.
-Ser fumador pasivo tiene riesgos serios para la salud, pudiendo aparecer enfermedades respiratorias como el asma y alergias.


10 ago 2012

La máscara (2012)

ANTES DE LEER: Esto es lo que me sale si “escribo sin pensar”. Dimos el surrealismo en clase de lengua castellana y literatura, e intenté seguir esa técnica de "escribir lo que salga". Y esto queda. Algo surrealista. Algo extraño.

Esos ojos rojos, en todas partes. Observan desde debajo de la alfombra, saltan a la taza del váter, juegan espiando a la gata y no puedo alcanzalos. Con los ojos vienen unas manos blancas que remueven mis papeles, roban mis libros y destrozan apuntes. Sólo puedo coger el rifle e intentar apuntar. Pero corren de mí sobre sus dedos y para cuando han salido de casa ya no queda morada.
La máscara veneciana aparece para reclamar su palacio sobre el agua, pero sólo ve boquetes en las paredes. Las plumas de los cojines vuelan por el aire, trozos de pared caen al suelo. Parece que lo que debería estar arriba ha bajado, y lo de abajo asciende lentamente haciendo juegos de luces con el Sol.
La máscara ríe y se echa a llorar, da vueltas en el aire y al pararse me mira.
-Yo no sé nada-digo.
-Tú lo sabes todo-exclama.
Y para cuando vuelvo los ojos veo paredes blancas y batas alrededor. Camisas blancas, ventanas que no se abren y gente rara. Igual que siempre.

No te rindas (2011)

Sé perfectamente cómo te sientes cuando te comparan con una persona “mejor que tú” (aunque sea una farsa), cuando te infravaloran o te escupen a la cara que no vales para nada. Me dan ganas de noquear a la gente que pretende saber todas las potencialidades que hay en tu intenrior. Ellos no saben nada.
No conocen tus sueños, tus aspiraciones ocultas, la fuerza que te hace seguir adelante. Y aún así llegan para arrancarte la esperanza y estrellarla contra el suelo, pisoteando sus restos. No saben nada, lo ignoran todo, y les da igual para juzgarte.
Son las típicas personas que ven un exterior y creen vislumbrar el interior. Se equivocan. Tú vales. Todos valemos. Por igual, sin distinción de ningún tipo. Jamás creas sus sucias mentiras. Hay algo mágico dentro de ti, y eso no te lo pueden quitar.

9 ago 2012

Tinta sobre papel (2010)

El sol brillaba con fuerza en lo alto del cielo. Sus rayos se filtraban entre las hojas de los árboles centenarios, dando al bosque tonalidades doradas.
Mis compañeros de clase decidieron descansar bajo la sombra de los castaños. Sus ramas aún conservaban diminutas gotas de agua del rocío.
El aire era frío y los pájaros piaban sin cesar. Se oía en la lejanía el rumor de un pequeño riachuelo que saltaba entre las piedras y las hojas que resbalaban perezosas por todo el bosque. Me quedé observándolas.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Había una extraña quietud en aquel santuario de paz que me perturbó. No era del todo normal. Se podían escuchar incluso las pisadas de mis compañeros sobre el mullido suelo. Cerré un momento los ojos. Entonces oí una respiración agitada a mi alrededor.
Me reuní rápidamente con el resto y me coloqué en medio del grupo. Tenía la esperanza de que sus conversaciones banales me calmaran. Pero me llegaban lejanas, distantes, incluso las explicaciones del profesor eran débiles. Sólo oía la respiración.
Levanté la vista y pensé con frialdad. Era sólo una sensación. Nada podía pasarme rodeada de amigos a plena luz del día.
Se me cayó la bolsa de castañas que había empezado a llenar y entonces lo vi.
Una extraña sombra se movía entre los árboles. Cuando pasó por delante del profesor se desvaneció como el humo.
Un sudor frío bajó por mi espalda. No grité, no me moví, simplemente me quedé paralizada mirando el lugar en el que había desaparecido. Entonces noté cómo alguien se acercaba a mí.
-Eh, ¿estás bien? Te veo pálida.
No contesté. Cerré los ojos de nuevo y me senté sobre las mullidas hojas.
-¿Estás enferma? ¿Te encuentras mal?
Enfermedad…tal vez era eso lo que me devoraba por dentro y me hacía tener aquellas visiones.
Oí como mi compañero llamaba al profesor y este vino corriendo. Me puso su mano sobre la frente. Una mano fría, muy pálida, poco…humana.
Me levantó. Me temblaban las piernas de miedo. Lo miré asustada y comprobé que sus ojos, antes azules, ahora eran completamente negros como el azabache.
Quise zafarme pero algo me lo impidió. Una pesadez invadió mi cuerpo y mis músculos no respondieron. Por unos instantes se me olvidó lo que ocurría realmente. ¿Dónde estaba? ¿Era todo aquello real? ¿En qué momento de mi vida me encontraba?
Mi angustia creció por momentos. Me llevé la mano a la cabeza. O al menos lo intenté.
Sentí como caí en el agua y me hundía en ella. Vi como la sombra salía del profesor y me siguió a las profundidades. Percibí como entraba en mi ser. Era fría. Me nubló la vista y me desmayé.
Pero noté entonces como una mano tanteaba en el agua. Me agarró de la camisa y tiró de mí. Caí en la superficie de un charco de barro. Me sentía sucia, mojada…y demasiado diferente.
Varios estudiantes se acercaban mientras yo intentaba descubrir cómo había llegado hasta ese riachuelo. ¿No había oído su ruido como lejano? No entendía nada.
-¡Esa cosa es tuya!-exclamó uno de mis compañeros sacando su móvil.
-¿Q-qué?-balbuceé aturdida.
El profesor miró a su alrededor extrañado, seguramente preguntándose cómo había llegado hasta allí.
-¡Posee a las personas con su sombra! ¡Es bruja!
-No estamos en la Edad Media, no existen las brujas- contestó el profesor sin saber de lo que hablaba realmente.
Con esa conversación se entremezclaba una voz que me instaba a irme de allí. Me elevé unos palmos del suelo. Los alumnos me miraron aterrados mientras llamaban a la policía. Entonces volé.
Sobrevolé el bosque aterrada, observando las gotas del rocío. Subí hasta las nubes, acaricié su textura etérea y escuché el gemir del viento. Pero también oí gritos y sirenas de policía.
Los cuerpos de seguridad habían llegado al bosque y observaban el cielo. Atisbaron mis ropajes negros y con sus calculadoras miradas reflexionaron sobre a dónde podía ir para esconderme.
Me deslicé sobre gélidas corrientes de aire y me dirigí hacia el hotel de mi tío.
Minutos más tarde ya estaba allí. Me mezclé entre las limpiadoras y me puse una de las impecables batas blancas. Caminé durante horas por los largos pasillos, interminables, sobresaltándome con cada sombra, con cada persona.
Mis pesadillas se volvían realidad. La misteriosa sombra habitaba ahora en mí y me había dado el poder de volar.
Me atemorizó un gato que encontré a mi paso. Lo observé y decidí acariciarlo. Ronroneó de una forma extraña. Levantó la cabeza y me miró con sus ojos…rojos.
Un maullido estremecedor salió de su garganta y a los poco segundos dos policías aparecieron a cada extremo del pasillo, cortándome el paso. Comprendí entonces que el gato no era un gato. Era un robot.
Los dos hombres me apuntaron con sus pistolas y me mandaron rendirme.
-¡Soy yo, la misma de siempre!-exclamé.
-No nos mientas. Podemos ver tus ojos.
-¿Mis ojos?
A mi izquierda había un espejo. Mi imagen se reflejó en él. El pelo castaño alborotado, la tez pálida y mis ojos verdes… negros como la más oscura noche.

-¡No!
Me incorporé en la cama y me volví a tumbar rápidamente, mirando las sombras de mi alrededor, temiendo un ataque. El sudor bajaba por mi frente y había empapado mi pijama.
Respiré profundamente y reuní el valor necesario para acercarme a la mesa de estudio para encender la luz. Las sombras se desvanecieron.
Mis ojos se acostumbraron rápidamente a la nueva claridad y registraron mi habitación. Ninguna sombra moviéndose, ningún policía armado.
Agarré mi bolígrafo y escribí con fervor durante un buen rato. Algo más tarde, mi sueño estaba impreso en el folio. Negro sobre blanco. Tinta sobre papel.
Lo leí para disipar mis miedos, pero otro más racional se apoderó de mi alma. En mi pesadilla, mis amigos me traicionaban llamando a la policía.
Esa noche descubrí mi verdadero temor. La traición me aterrorizaba. Una puñalada de alguien de confianza.
Cogí el diccionario y busqué una palabra.
Amistad tenía un significado hermoso. Demasiado subestimado hoy en día.
Esa madrugada me prometí a mi misma distinguir a los buenos amigos de los falsos, para que mis pesadillas no me volvieran a atormentar.


Palabras (2009)

    Palabras. De esos seres negros, que se retuercen en las hojas de los libros, panfletos, folios, poemas, cuentos, novelas, leyendas, canciones….
    Mi imaginación, y por consiguiente mi mundo, se nutrían sólo de palabras.
    Había palabras que me daba miedo pronunciar, otras que repito constantemente saboreándolas en mi paladar. No quiero pensar que sería de mí sin ellas. Sin esos garabatos que se pueden descifrar con facilidad.
    Si me sentía dolida, las palabras me arropaban. Si estaba feliz, revoloteaban entusiastamente a mi alrededor y me susurraban lo bella que era la vida. Si necesitaba explicaciones, escribían mil y una hipótesis sobre el mismo tema. Y todo eso lo hacían ellas, sólo ellas.
    Palabras apuntadas en cuadernos, que servirán a su dueño para aprobar un difícil examen. Palabras olvidadas en una hoja de papel. Palabras en un libro prodigioso que estremece el corazón de los más valientes. Palabras fieras, guerreras, dolientes, pero verdaderas.
    Toda estas clases de palabras vi. Y bendigo el día en que alguien escribió una letra. Porque junto a sus hermanas son capaces de formar sílabas y estas, palabras.
    Si me das un libro, sacaré el máximo jugo de cada una, la oleré, notaré su tacto rugoso, me imaginaré lo que quiere expresar, y con las frases crearé imágenes en mi cabeza que me ayudarán a ver el mundo del autor.
    Cuántas veces en la noche susurré palabras hasta encontrar la más adecuada para mi texto. Cuántas veces me quedé mirando un libro, sin saber si abrirlo o no, esperando que saliera un ser fantástico de entre sus hojas, un ser creado por las palabras. Cuántas horas he trabajado con ellas. Es fácil encontrar palabras que parezcan bonitas o grandiosas. Cuan complicado puede llegar a ser ponerlas en su lugar correspondiente para que la frase sea grandiosa. Y no hablemos ya de los párrafos, las páginas, los libros.    
    Llegué a comprender el poder de las palabras. Orales, escritas, daba lo mismo. Puedes convencer a cualquier humano si escoges bien las palabras. Puedes sobrecoger corazones, vencer miedos, dar ilusiones, decir verdades, proteger a alguien, decirle que le amas.
   Todo lo que existe se puede definir con ellas. No hay una sensación que no se pueda expresar, si no que no has llegado aún a saber cómo hacerlo. Pero no importa. En el futuro lo sabrás.
    Palabras…cuantas cosas puedes llegar a hacer con ellas.
    Cambiar el mundo.
    Cambiar ideas.
    Cambiar tu alma y la de los seres que te rodean.