NOTITA IMPORTANTE:
Como estoy segura de que si un taurino lee este texto no va a dejar de ver las
corridas de toros, prefiero votar democráticamente conmigo misma y decidir que
va a ser un texto serio-humorístico/racional-irreverente. Porque este es mi
blog, ¿no? Y en mi blog hay una democracia…*tose* sar *tose* aus *tose* ten
*tose* cracia *tose*…que ha decidido que sea así. Así que avisados quedáis. Así
que si no estás de humor para aguantar humor (valga la redundancia) negro y
sarcasmo, mejor no sigas. Que, por cierto, ser antitaurino no es estar en
contra de los tauros (jamones voy a estar yo en contra de mí misma). Es estar
en contra de las corridas de toros. ¿Eh?
Si mi gata
pudiera reflexionar ante algunas imágenes que salen en la televisión pública (mírala que
mona ella. Entiéndase mona como linda, no como mona-mona), pondría cara de pena y nos odiaría. Seguramente pensaría algo así:
«Qué crueles
sois los humanos. En esta fiesta de sangre, el animal “superior” utiliza sus
artimañas para hacer sufrir al “inferior”, para que sus cuerpos se manchen de
pura sangre roja, para que los espectadores aplaudan la bestialidad de un
animal que en algún momento olvidó su origen y se creyó mejor que todos los
demás».
Gracias a
Zeus, Morgan solamente ve la televisión cuando oye ruidos muy extraños
(aquellos que salen de vez en cuando en Juego de Tronos, ya me entendéis) o
cuando yo la veo (en realidad en esas ocasiones duerme encima de mí. Tal vez
sueña con la televisión, ¿o qué?).
Las crónicas
taurinas, como sabréis, nunca señalarán la crueldad de los toreros. No, lo que
hacen es ensalzar una tradición centenaria en la que el hombre demuestra su
maestría ante la bestia, la valentía del humano frente al miedo de la madre
naturaleza, la…voy a cortar el rollo. Escribir este párrafo me levanta casi
dolor de cabeza.
Para mí, las
corridas de toros representan una vergüenza de la que todos deberíamos
arrepentirnos. Para mí, solamente muestra que los humanos seguimos siendo igual
de intolerantes que siempre ante cualquier ser inferior en cualquier aspecto, ante
todo aquello que creemos controlar, dominar. Demuestra el orgullo que tenemos
por creer que el mundo es solamente nuestro, el orgullo infantil de creer que
no hay nadie mejor.
Bueno, estas
reflexiones mías se remontan a un viaje que hice
a Granada. Paseando por la ciudad encontré un graffiti en el que ponía algo
como «basta de especismo». Ni tan siquiera mi Word reconoce esta palabra. Yo al
principio tampoco lo entendí, llegué a poder separar simplemente los lexemas.
Supuse que tenía que ver con «especie». Ni tan siquiera la RAE me pudo sacar de
dudas, no recoge la palabra. Tuve que acudir a Wikipedia. Gracias, querida.
Para quien no
lo sepa, el especismo es discriminar a las demás especies animales. El
antropocentrismo, palabra mucho más conocida, es especismo. Creer que no hay
extraterrestres, o que nosotros somos mucho mejores que ellos, es especismo.
Las películas de ciencia-ficción con extraterrestres feos e inhumanos (qué
termino tan desafortunado y antropocentrista acabo de utilizar, rayos) son
especismo. Y, por lo tanto, maltratar a los toros también es especismo. ¿Lo
estoy dejando claro?
El sadismo que
se manifiesta con esta práctica me parece una mera desviación del orgullo de ser
humano, lo que vendría siendo…eso es, especismo. Especismo, especismo,
especismo por todas partes. El especismo nos rodea, el rojo me rodea en Word
porque me subraya la palabra que no conoce. Entérate, el especismo existe.
Aunque no lo veas.
Como iba diciendo,
matar a un toro así me resulta de un sadismo incongruente. Disfrutar viendo
sufrir a un animal no me parece normal en una especie que se cree superior
porque es capaz de «razonar» y que se atribuye a sí misma la posesión de
«sentido común». En algún momento alguien me dijo que «el sentido común es el
menos común de los sentidos», lo que esta práctica cruel no hace más que
resaltar.
Concluyendo
que la inteligencia humana no llega muy lejos, suponiendo que sigo en lo
cierto, voy a dejar aquí, y rebatir a mi manera (esa que decidí
democráticamente), los argumentos que se suelen utilizar para reforzar la tesis
de que «las corridas de toros son guays». Vamos allá:
1. «Es arte».
Mi profesor de
historia del arte concluyó su primera clase diciendo que «arte es aquello que
el ser humano considera arte». Es decir, una taza de un váter en un museo puede
ser arte, mi abuela en bicicleta puede ser arte, yo haciendo el pino con las
orejas soy una muestra suprema de arte. Según este razonamiento, vale, es arte.
Porque absolutamente todo es arte. Tú eres arte. Rajoy es arte (auch). El
universo es arte. Los alienígenas también. No te olvides de ellos.
Sin embargo,
yo no llego a concebir que todo pueda ser arte. Es decir, si entras en mi casa,
me matas y me cuelgas de la chimenea a mí no me parecería arte. Tal vez es por
esto de la subjetividad, porque sería malo para mí…y para ti. ¿Un poco? ¿Un
poquito? ¿Un poquititín? ¿Minininimo? Bueno, supongo que nadie me refutará que
matar gatitos no es un arte, o que matar luciérnagas no es un arte. Por lo
tanto, para mí, cualquier acción artística que implique el dolor de un tercero
no es una acción…artística. Es una acción. Sádica. ¿Vemos la diferencia?
2. «Demuestra
la fortaleza del humano, la valentía ante la bestia».
Lo pongo aquí
porque veo que alguien me podría decir que matar gatitos y luciérnagas no es
peligroso y no se demuestra valentía alguna. ¡Pues sí es peligroso! Aparece una
horda de ecologistas y te crujen a golpes con sus pancartas. Vale, tal vez no,
tal vez son pacíficos. Pues te crujen el alma con sus gritos, con sus lemas
verdaderos, con palabras que son tan ciertas que rasgan como puñales y hacen
que tu corazón sangre de dolor. Si tienes corazón, claro, pero ese es otro
tema.
Para mí
(vuelvo a esta fórmula para que no ataquéis a otros antitaurinos, cacahuetes)
no hay valentía en enfrentarse a un toro con una ESPADA y con un montón de
BANDERILLAS. Entiéndase aquí que no veo una valentía justa. Weh, a ver, me
refiero a que me parece más valiente alguien que se enfrenta a otro a mano
abierta que con una escopeta, yo qué sé, cosas mías. Que si el torero fuera a
matar al toro con sus manos pues lo vería equitativo y justo y demás: cada uno
con sus armas naturales. Pero claro, un montón contra uno, con una espada, siendo
un montón de veces más inteligente (lo pongo en duda, hmmm) pues va a salir
perdiendo el toro. Digo yo. Es lo lógico. Creo. Debería ser.
Estoy
reconsiderando la explicación. Lo que quiero decir es que, para demostrar tu
fortaleza, valentía y superioridad, enfréntate a un toro a mano abierta, sin
espada, sin piedras, sin pancartas de ecologistas, a ver qué ocurre. Lo que
ocurre, obviamente, es que el toro te mata. Porque su físico es superior, así
que a no ser que seas Odiseo y puedas desarrollar una estrategia genial en poco
tiempo estás perdido. Pero más perdido que los de Perdidos, entiéndase como
perdido del todo.
Con esto no
digo que apoye la violencia en ningún caso. Digo que, dentro de la estupidez
que me parece pelearse con otro animal por diversión (a muerte, especifico),
pues sería más justo lo otro. Lo que, en realidad, es absurdo, porque la
violencia en sí me parece absurda, así que considerar algo más justo dentro del
absurdo es una absurdez. ¿Que no existe la palabra? Aquí estoy para crearla.
Creo que hay
otras formas mucho mejores de mostrar la valentía, hablando en serio (por poco
tiempo). Es más, considero que ni tan siquiera existe la necesidad de mostrar
la valentía, pues el que es valiente es valiente y punto, debe considerarse a
sí mismo como tal y no tiene que ir pavoneándose de ello por ahí, porque es
egocentrismo. Lo que nos lleva a… antropocentrismo, que nos lleva a… especismo.
Volvemos al mismo punto.
3. «Estás en
contra de las corridas de toros… ¿y comes pollos?».
Este argumento
es cortesía de Alcornoque, cierto personaje que conocí hace años atrás y que
estuvo gran parte del poco tiempo que lo vi discutiendo acaloradamente con una
amiga. Sobre toros, obviamente. Si me preguntas de donde viene el mote, bueno,
lo explicaré en el cuarto argumento, que también es suyo. Te dejo en suspense.
Aquella
calurosa noche, junto a la playa, me dijo que no podíamos estar en contra de
los toros y comer pollos (creo que se refería a ser vegetarianas. Vamos, que si
eres antitaurino tienes que ser vegetariano). Dijo que él prefería una vida
bien cuidado con un final «espectacular» antes que vivir en una jaula para ser
«comido». Se refería a morir luchando como un toro en contra de vivir en una
jaula como una gallina. Creo.
En primer
lugar, Alcornoque, en ningún momento nadie dijo que estuviéramos a favor del
trato que reciben los animales en algunos lugares, como esos pollos que viven
toda su vida enjaulados o a los que les cortan los picos. No, no dijimos eso,
simplemente señalamos que no veíamos correctas las corridas de toros. Él
infirió, por algún motivo, que nos encantaba comer pollos enjaulados.
Así que el
hombrecito siguió con su argumento y empezó a hablar de ordeñar a las vacas de
forma cruel como si fueran máquinas y no sé qué. Me pareció un buen momento
para explicarle que la leche que compraba me la vendía una señora del pueblo
con vacas que pastaban libres por los campos (y vamos, no saltaban de felicidad
porque no eran cabras) y que los huevos nos los solía regalar una amiga que
tenía una pequeña granja (y vamos, no cantaban de felicidad porque no eran
gallos). Y, en fin, que no tenía nada que ver lo uno con lo otro. Que me
parecía genial que hubiera personas que se negaban a comer carne; o carne y
pescado; o carne, pescado y derivados de la leche; o lo que sea por principios
éticos. Pero que eso no era para mí. Que yo me iría desmayando por las esquinas
si no comía medianamente bien. Que me parecía razonable comer carne y pescado
si era lo que nuestro cuerpo necesitaba para sobrevivir. Lo que, según mi
sentido común, no tenía mucho que ver con maltratar a un animal porque te da la
gana, pues no es una necesidad de ningún tipo.
Y creo que
Alcornoque siguió hablando de lo bien que trataban a los toros, y yo le dije
que eso no era ningún argumento para estar a favor de asesinarlos en mitad de
una plaza con centenares de ojos pidiendo sangre. Que para mí nos queda largo
trecho que madurar como especie, que la naturaleza es cruel, vale, pero ya que
tanto nos queremos separar de ella (lo digo por los temas tabú, mira: ¡Muerte!
¡Sexo! ¡Locura! Es decir, lo que viene a ser cosas relacionadas con que somos
animales imperfectos) tendríamos que pensar un poco más. Cosa que no hacemos,
porque ya nos veo destruyendo del todo el plantea y teniendo que llamar a la
puerta de alienígenas para que nos acojan. Y si son medianamente listos, no lo
harán.
4. «Pero si no
sienten…son animales».
He aquí el
momento en el que explico por qué lo llamé Alcornoque. Tal vez fue porque su
nombre era Alejandro y alternarlo con Alcornoque quedaba muy bien para la
canción de Lady Gaga (alcor-alcornoque, alcor-alcornoque…).
En realidad,
tiene sentido. Porque cuando dijo esto me quedé con cara de WTF (qué, las
siglas en inglés quedan mejor) y le pregunté que entonces los humanos qué éramos.
Si no éramos animales, teníamos que ser…plantas…hongos…protozoos…juraría que
esos fueron los reinos que yo había estudiado en Conocimiento del Medio,
otrora, allende los mares (literalmente, que estaba en Canarias, pero especifico que Alcornoque en cuestión no era canario, sino peninsular). Y como él
respondió que los humanos NO somos animales, pues tácitamente mis amigos
decidieron que él era como mucho una planta. Lo que me pareció un insulto a las
plantas. Pero vuelve a ser otro tema.
El
razonamiento suyo fue «puedes hacer daño a cualquier cosa que no sea humano
porque no siente». En primer lugar, teníamos que explicarle que los seres
humanos somos animales, cosa que me da la impresión de que no se puede discutir
seriamente en ningún ámbito, ¿nunca oíste lo de que el ser humano es el único
ANIMAL racional? Pues es mentira. Razón tenemos poca y os olvidáis de esos
alienígenas que nos van a cerrar las puertas.
La cuestión es
que le parecía genial matar toros porque son animales (ojo, y nosotros no) y
por lo tanto no sienten. Estoy segura de que mis amigos biólogos potenciales se
habrían dado de cabezazos contra una pared ante una afirmación así. Con
Alcornoque lo que pasó es que alguien dijo casi gritando «¡Para qué tienen
sistema nervioso entonces, eeeeeeh!». Pero nada. Que para él no sentían, por lo
que lo siguiente que se oyó fue a alguien diciendo que «tenían que clavarle
banderillas y espadas a él». No, a ver, yo creo que con una clase de biología
elemental básica-básica de cuarto de primaria le sirve. No a la violencia, he
dicho. No voy a estar a favor de la violencia contra humanos estando en contra
de la violencia contra toros. Incongruencias y eso.
5. «Es una
tradición en España».
Primero,
GRACIAS A TODOS ESOS EXTRANJEROS QUE SABEN QUE ESPAÑA NO ES SOLO CORRIDAS DE
TOROS Y SEVILLANAS. GRACIAS, EN SERIO, TODOS LOS ANTITAURINOS Y PERSONAS QUE NO
ESCUCHAN SEVILLANAS OS AMAN.
Ahora que he
dejado eso claro, continúo. Defender algo por tradición tiene una reducción al
absurdo que me resulta maravillosa. Para quien no lo sepa, es un argumento que
trata de llevar la tesis del contrario a un extremo absurdo. Con esta es muy
fácil. Si debemos mantener los toros por tradición, empecemos a echar a los
leones a los cristianos como hacían los romanos, tengo entendido que les
encantaba. (Eh, eh, que yo no estoy en contra de los cristianos. Lo he reducido
al absurdo. Que quede claro).
Defender una
tradición a ultranza… no es lo mejor que se puede hacer. Antes tendríamos que
revisar si la tradición en cuestión sigue siendo moral en nuestro tiempo. Por
si no os habías dado cuenta, somos algo menos bestias que hace quinientos años,
solo un poquito, pero no quiero ni un pasito atrás. Ni uno. Estoy esperando a
que la humanidad evolucione, no a que involucione.
Muchos dicen
que los toros representan a España. Bueno, para eso ya tienes otros símbolos
como la bandera. He conocido alemanes, ingleses, belgas, franceses, austriacos,
estadounidenses, gente diversa, que se echan las manos a la cabeza porque
algunos españoles están superultramegahiperorgullosísimos de los toros. Ni todos
estamos orgullosos de eso ni me parece un símbolo apropiado para nada. Si
quieres utilizarlo para señalar que somos igual de idiotas que hace tiempo,
pues sí, es genial. Pero a mí no me gusta vivir en un país que demuestra
idiotez.
6. «Se
perderían puestos de trabajo».
Sí, hijo. Los
verdugos perdieron el trabajo, los tratantes de esclavos perdieron el trabajo,
los asesinos deberían perder el trabajo, utilizar algo que puede tocar la
sensibilidad de algún parado para defender la crueldad es demagogia o algo de
eso. En realidad no tengo ni idea, pero que se terminen trabajos de ese tipo no
lo veo incorrecto. Ni no hubiera trabajo de dictador, el mundo iría mejor.
Mira, ha rimado. Creo que aquí no hay mucho más que decir.
En algún
momento, según Internet, Theodor Adorno dijo que «Auschwitz empieza dondequiera
que alguien mira un matadero y piensa: son sólo animales». Os he buscado la
frase que más daño me hizo para que os sintáis un poco incómodos. Mira que yo
digo que no soy una santa, que sigo comiendo carne, que no lloro las muertes de
animales (entiéndase animales «no racionales») igual que las humanas. Pero
solamente hay que tener unas poquitas neuronas para replantearse que nos
estamos cargando cruelmente todo lo existente. Desde los animales y los bosques
hasta la limpieza que hasta ahora había por el espacio. Que en algún momento,
no demasiado lejano, la Naturaleza, sí, con mayúscula, nos va a devolver el
golpe, castigándonos con el poder de todas las atrocidades que hemos cometido,
con el dolor de todos a los que hemos hecho sufrir.
En fin, qué
cabe esperar de una especie que ni tan siquiera se defiende entre ella. Difícil
me parece que empecemos a respetar mínimamente a los demás animales cuando
seguimos siendo intolerantes con nosotros mismos, cuando las guerras se abren
paso entre la barbarie, cuando la esclavitud sigue existiendo, cuando el más
pequeño error de los demás nos da motivos para matarlo. No, no sé qué esperar
de nosotros mismos. Tengo perdida la fe en la humanidad. Los que supuestamente
somos los únicos animales, o de los pocos, que podemos representarnos la mente
de los demás solamente somos capaces de provocarles sufrimiento. Los que
supuestamente somos los únicos que podemos hacer acciones morales o inmorales
nos empeñamos en elegir el camino negro de la maldad. La autopista a la
destrucción. Porque, tal vez, lo que caracteriza al ser humano no es que sea el
«animal racional». Tal vez lo que lo caracteriza es que es el «animal
desalmado».
Cierro dejando
la foto de Morgan haciéndose la muerta, para que veáis que un animal juguetón y
cariñoso haciéndose el muerto es adorable, que un animal apaleado y torturado
muerto es asqueroso y vergonzoso. Saludos desde mi mundo ideal.