Y, a veces,
entre las clases, surge de nuevo la pregunta de qué es el arte. Qué es
literatura, qué es música, qué es pintura, qué es baile, qué es cine, qué es danza,
qué es escultura. Y, claro, para mí la respuesta es fácil: si me quedo callada un buen rato, lo que he visto u oído es arte. Me quedo en silencio
porque quiero captar la emoción, que se instale en mi corazón, que haga que mi
alma posea algo inmortal. Y hablar, hablar haría perder la emoción, pues el
arte se rompe cuando hablo, se desvanece, se me escapa y es cuando tienes que
darme el pésame.
La última vez
que sentí con demasiado énfasis que algo era arte fue al ver Troya Naos,
una obra de Eos Theatron basada en la Ilíada. Seguramente esta historia nos suena a todos y seguramente, como creía yo, te parece una de esas
historias a las que miras y dices: acción, acción, guerra, guerra, muertes, más
muertes, voy a caminar en dirección contraria que es más interesante la Odisea.
Supongo que
eso lo pensaba porque, al comparar las dos obras originales, se hacía más
llevadera la segunda. Pero también supongo que, para ser adaptada, la primera
puede tener más drama y conmovernos más. O tal vez eso se deba solamente a la
adaptación de Maru Bernal, que sabe darle la vuelta a cualquier cosa y acercar
las historias que parecían más lejanas.
Demostrar que
una obra escrita más allá de los tiempos sigue vigente hoy en día tiene mérito.
Tal vez la vestimenta militar actual y los problemas de Ulises (César Marañón),
Héctor (Adrián Moreno) o Aquiles (Hugo Villegas) ayudan a eso, o tal vez la
humanidad y el dolor que demuestran Clitemnestra (Maru Bernal), Penélope (María
Canel), Andrómaca (Sonia Rábago) o Briseida (María Rodríguez) tengan algo que
ver. O tal vez son los textos, o las luces, o la música, o qué más da.
La obra funciona perfectamente en conjunto. La obra es, en sí, una obra de
arte.
El humo, el
sonido de la guerra en la lejanía, las olas del mar, el fuego, el caballo de
Troya, todo al final nos lleva a una guerra sin vencedores, una guerra en la
que todos pierden, aunque los que se atreven a demostrarlo son las mujeres: las
que esperan a que sus maridos vuelvan de más allá del mar para abrazarlos, para
asesinarlos; las que observan la guerra detrás de las murallas temiendo que el
destino alcance a su familia; las que están en la batalla temiendo el final. Ese
tipo de cosas que me hacen callar.
A veces se nos olvida que la Ilíada ocurre en una playa. ¿Vas a volver a observarlas igual? |
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