[Críticas positivas de libros sin spoilers, por si los quieres leer]
La integridad,
ser uno mismo, con todas tus partes, con tu luz y tu oscuridad, es algo
imposible en los mayores mundos distópicos que se han creado a lo largo de la
historia de la literatura. También, por supuesto, en los de Orwell.
La sociedad de
1984 es una distopía (lo contrario,
como se puede ver, a una utopía). Las distopías suelen girar entorno a
sociedades futuras en las que algo ha fallado tanto que se convierten en
lugares oscuros y monstruosos, pero no a la manera de las películas de terror a
las que estamos acostumbrados. Se vuelven oscuros por la represión, el
normativismo, las reglas inquebrantables, las inexistentes diferencias entre
los humanos (en el sentido de distintos pensamientos, de que alguien superior
intenta convertirlos en un rebaño, pues suelen ser mundos en los que las clases
están aún más marcadas que de costumbre, acercándose, por ejemplo, a las castas
de la India).
Esta historia
se sitúa en un futuro Londres, lugar donde el Hermano Mayor vela por ti (sabiéndolo
todo, vigilándote), donde «La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud y
la ignorancia es la fuerza». Un verdadero futuro de ciencia-ficción (y no de
fantasía, por lo que la réplica futura no se excluye). Un lugar donde no estás
seguro ni en tu cabeza, donde las telepantallas, la Policía del Pensamiento,
tus vecinos, tus amigos, tus hijos, tu pareja, cualquiera puede denunciarte
para que acabes donde «no hay oscuridad».
Las traiciones
al gobierno suelen ser por realizar un «crimental», un «crimen mental» en nueva
lengua (una inventada para manipular al pueblo, para acortar lo mucho que una
lengua natural puede ayudar al pensamiento y a la creación de nuevas ideas. Ciertamente
se acerca en alguna manera a los eufemismos periodísticos y políticos del tipo
«daños colaterales» cuando la realidad es «víctimas inocentes»). Te conviertes
en un auténtico criminal por pensar en contra del Partido (un partido único, omnisciente
e inmortal cual dios) y lo diferente, como siempre, se convierte en lo
abominable, en lo malvado. Lo rebelde, como siempre, es peligroso y debe ser
castigado. Las ideas, cortadas de raíz. Los opositores, asesinados.
Para esta
persecución existe la Policía del Pensamiento y la tortura psicológica a la que
cualquier individuo del Partido está sometido. El amor, como ha pasado en la
historia a lo largo de los siglos, se puede convertir en odio, el odio hace
avanzar a la nación, el odio hacia el enemigo y hacia los diferentes (entre los
que se encuentran los que ven la realidad de lo que ocurre, los disidentes, los
opositores, los homosexuales, los individualistas, los imaginativos). De ahí
que existan los Dos Minutos de Odio con su consecuente Semana del Odio.
Dejar a un
personaje en este semejante caos parece una crueldad, pero ahí tenemos a
nuestro Winston Smith intentando sortear una muerte que siente cercana
constantemente. Un personaje que puede parecer mediocre de un rápido vistazo,
sobre todo por su aspecto físico, pero que tiene una capacidad lógica y unas
ideas que son exactamente las que ponen en «peligro» al Partido: Dos más dos
son siempre cuatro. El pasado, haga lo que haga el Hermano Mayor, aunque cambie
los datos, fue como fue, no como pone en las noticias manipuladas. Pensar por
uno mismo está bien. La esperanza está en las clases bajas, los «proles», que
deben rebelarse. Un mundo justo es posible, aunque pasen miles de años.
La atmósfera
del libro es completamente abrumadora. Es el futuro que temes que llegue. Es lo
que nunca debería ser. Donde todos son acusados de algún delito, donde el
Ministerio de Amor se encarga de las torturas, donde los libros no los escriben
los humanos y los diarios están prohibidos, donde la objetividad no existe (y dos
más dos son cinco si un miembro del Partido así lo dice, y siempre fue así, y
siempre será así).
El mundo de 1984 es una advertencia a las futuras
generaciones, una novela que no se puede tomar a la ligera. Ciertos dogmatismos
de hoy en día, muchos que se inclinan a tachar el sexo como una perversión,
siguen la estela del Partido. Los límites de la libertad de opinión, que se
desdibujan a favor del gobierno en países totalitarios, recuerdan a la Policía
del Pensamiento. Las formas de manipulación de hoy en día se acercan a la
manera de manipular el pasado y las noticias, incluso las opiniones, que se
lleva a cabo en esta novela.
Para completar
la visión de un mundo totalitario, absurdo, cruel y despótico, Orwell nos tiene
preparado otro regalo, Rebelión en la
granja, un libro mucho más ligero de digerir, menos oscuro, más simple,
pero con las claves perfectas para llegar a un estado totalitario de cualquier
índole. Aunque en la época se tildó a George Orwell de ser un simple
anticomunista, en contra de los rusos, de Stanlin, quien lea sus libros acabará
descubriendo que da igual qué ideales o qué color utilicen los totalitarismos:
al final se resume en que son extremistas.
Esta obra es una
sátira política, una manera de degenerar, claramente, a los militantes
comunistas a favor de la dictadura. Se basa en las luchas Stalin-Trotski, en el
totalitarismo de Hitler (no comunista, pero sí nacionalsocialista).
Lo importante
en este caso no es diferenciar colores, sino conocer el proceso. Rebelión en la granja es casi un manual
de cómo identificar cuándo un discurso, una revolución, una situación comienza
a tender hacia lo que estaban persiguiendo al principio, cuándo comienza a ser
una búsqueda de poder de la clase superior que olvida para qué se hizo la
revolución.
Cuando cayó en
mis manos, la idea de que los personajes fueran animales de una granja que se
rebelan no me parecía muy divertida ni entretenida, pues el lector se
acostumbra a personajes humanos o al menos muy antropomórficos (vampiros,
hombres lobo, sirenas, centauros). Pero esos animales, al fin y al cabo, sirven
para ridiculizar a algunos tipos de humanos, para acusar a otros, para señalar
a los que ven la realidad y no se atreven a hacer nada para cambiarla o
simplemente esperan a que mejore algo.
Si 1984 es una llamada de atención sobre lo
que la sociedad puede llegar a ser, Rebelión
en la granja te muestra los pasos a seguir para que una sociedad parecida
pueda ser. La idea de que las bases ideológicas se cambian continuamente, como
se cambiaba el pasado en 1984, vuelve
a aparecer. Es una señal de que olvidar el pasado nos lleva a cometer los
mismos errores en el futuro, de que no saber cómo se ha llegado a una
situación, o por qué, te deja a la merced de los manipuladores.
En el caso de
la rebelión, son los cerdos los que toman el mando. No deja de estar todo lleno
de un simbolismo abrumador, porque te da la impresión de que cada paso que dan
los animales los va a abocar al fanatismo, al extremo, al fracaso, hasta que
vuelvan a estar en una situación igual o peor que la inicial.
Si no sabes
muy bien cómo identificar un totalitarismo, lee los dos libros. Si quieres
informarte, lee los dos libros. Si eres una persona sensible… solamente lee el
segundo, por tu propio bien. Por algo en una de mis preguntas random varias
personas eligieron 1984 como el mundo
en el que NO vivir jamás. Ahora, claramente, les doy la razón.
Dándole la
vuelta a una frase importante de esta novela, para desearte suerte, «te veré
donde no hay siempre luz». Y, por tu bien, sigue pensando por ti mismo. La
verdad sigue ahí fuera. Rasca las impurezas de las mentiras para que reluzca
más fuerte que nunca.
PD. Gracias a las personas que respondieron con 1984 a la Pregunta Random del Mes y a los amigos que me siguen regalando libros (como Rebelión en la granja ) aunque casi no tenga dónde meterlos.