17 jun 2015

Estoy aquí y creo que soy un ser humano, capullo (opinión sobre la intolerancia)

Aloha. Esto es un texto largo de Sar modo ironía/sarcasmo/mal humor on. 
Sin introducciones, pues los rodeos marean. Qué simpáticos somos los humanos que buscamos cualquier diferencia de alguien para joderle la vida, ¿eh? Qué simpáticos. Es facilísimo echarle la mierda por encima a cualquiera cuando no entiendéis (no tienes ni puta idea, seamos sinceros) lo que está pasando. Ni de lo que siente. Porque la gente en general tiene sentimientos, informo por si no lo sabíais.
La forma de discriminar de Morgan, siendo una
gata, es la siguiente: «Si no eres Sar, te bufo»
La historia de la humanidad es una desquiciada alegoría de «matemos al diferente». Normalmente lo de «ser diferente» ni tan siquiera es una elección para las personas. Eres diferente si eres tú, a secas. Porque es obvio que es jodidamente imposible que seas igual al resto. Sin embargo, los que son más parecidos por alguna razón, como ser blanco en vez de negro, heterosexual en vez de homosexual, hombre en vez de mujer o ateo en vez de cristiano, suelen discriminar al resto sin entender nada. Oh, vaya, es que es TAN FÁCIL discriminar sin entender una mierda. Y yo soy la primera persona que a veces no entiende una mierda. ¡Lo intento! (Entender, digo ¬¬).
1. No existen las razas humanas. De nada. Da igual tu color de piel, o debería dar igual. Nadie es superior a nadie, no fastidies. ¿De verdad que miráis mal a un hombre en el bus porque tiene un color de piel oscura? Felicidades. Sois  unos intolerantes.
2. Los malditos pansexuales existen. Y los hermafroditas. Oh, sí, y los de género fluido. Incluso existen las lesbianas que no quieren penes y no son «cerradas» por eso, ni menos mujeres. Viva las fobias que existen dentro del colectivo LGBT hacia gente del mismo colectivo que es minoría. Para qué cojones vamos a intentar entender a alguien que a veces se siente mujer, otras hombre, otras nada, otras ambas, para qué, joder, si es mucho más fácil discriminar. Para qué cojones vamos a intentar entender a los que tienen claras sus preferencias sexuales.
3. Los cristianos no están chalados. Algunos sí, claro, de la misma forma que hay ateos chalados. Pero creer en cosas no es malo y no creer en esas cosas tampoco es malo, y decir «ooooh, el ser humano no es suficientemente inteligente para entender algunas cosas» tampoco es malo. Lo único malo aquí son los extremos y los que discriminan a gente por no seguir sus propias normas (guiño guiño, religiosos tocapelotas, guiño guiño, ateos tocapelotas, guiño guiño, agnósticos tocapelotas).
4. ¿Qué tipo de problemas tenéis con todas las enfermedades mentales? Y trastornos. Porque no sé utilizar los términos médicos bien. La cuestión. Qué fácil es decirle a un deprimido que «esté feliz» (apunte importante: si digo «sé feliz» es un deseo, no una jodida orden). Qué fácil es decirle a un bipolar que sea más estable. Qué fácil es decirle a un anoréxico que coma y a un vigoréxico que deje de hacer ejercicio. Ah, esas palabras hacen el mismo efecto que si le dices a un muerto «Levántate y anda» y no eres un mago que convierte a la gente en zombi. Porque sabréis que tener problemas es difícil, ¿no? ¿Te gustaría tener ganas de suicidarte, por ejemplo? ¿Hm? ¿Le vas a decir a alguien que se quiere suicidar que es gilipollas en vez de intentar ayudarlo o pedir un poquito de ayuda? ¿Hm?
5. «Aparca mal por ser mujer», «No sabe hacer dos cosas por ser hombre». Oh, genial, cuéntame más, venga. Habla chucho que no te escucho. Discriminación por sexo, las niñas van de rosa y los niños de azul, las niñas son sensibles y los niños son fuertes y machotes, hay aficiones de niña y de niño, hay arte para niñas y hay otro arte para niños. Ni te imaginas la cara de sarcasmo que tengo ahora. Mi cara de sarcasmo puede explotar. Porque es jodidamente sarcástica.
6. ¡Es pobre! ¡Huyamos! ¡Es rico! ¡Odiémosle! Porque obviamente todo el mundo sabe que la cantidad de dinero que tienes en el banco te posiciona como buena o mala persona, inteligente o idiota. Nótese el sarcasmo. Por Zeus y los dioses del Olimpo. Creerse mejor por tener más dinero, es decir, papelitos que sin la convención de la economía valdrían una puta mierda. Creerse peor por tener poco dinero, es decir, los papelitos esos convencionales. Sí, es una lógica aplastante.
7. Eres idiota. Porque lo que peor se puede ser es idiota. Porque es más importante si eres idiota que si eres un capullo. Bueno, es fantástico cuando te crees gilipollas absoluto, lo que me suele pasar a menudo vete tú a saber por qué. Ser gilipollas es ser gilipollas (Sar se encoge de hombros). Discriminar a los tontos es ser intolerante. Uy va, todos lo hacemos, qué bien. Qué amorosos somos. Cuando fracasamos nos sentimos idiotas en vez de, yo qué se, ¿alemanes, o altos, o de ojos negros? Si no entiendes por dónde voy estás a tiempo de preguntar.
8. Físico. Ajajaja, porque el físico es tan importante. Pretendía ser un sarcasmo, pero es que lo es. Sí. Porque se discrimina por el físico, no porque sea una cosa importante en sí misma. Yo creo que mi físico no me representa, me voy a poner en huelga. Ay, que no puedo. Pues entonces dejad de criticarme a mí y al resto de la humanidad por el físico que tenemos, que incluye ser hombre/mujer/hermafrodita/etc. (perdonad el etc.), gordo o flaco, alto o no, y que también se refiere a la raza…hm. Y a las discapacidades. Pues las personas veloces molan igual que las no veloces, eh. Pendejos. Y a la forma de vestir. Y…ya me callo.
9. Xenofobia. Porque nacer al otro lado de una raya pintada en un mapa te puede convertir en ilegal y en, no sé, borracho, mujer con bigote, amante loco, tacaño, así, puf, por arte de magia, sí. Aleluya.
Mirad la imagen de la izquierda. Dependiendo de qué bandera te represente serás más o menos discriminado. Qué bien, ¿eh?
10. Añadid más intolerancias que no se me ocurren y que seguro que existen. Graaaacias y qué pena. 
El final. No he conocido a nadie que no sea intolerante en algún sentido, pero por favor, al menos podríamos intentar cambiar esa situación, ¿no? ¿Un poquito? ¿Darnos cuenta? ¿Aunque sea a veces? ¿Intentar ayudar a la gente discriminada? ¿Aunque sean los que te queden más cerca o con los que tengas más confianza? ¿O algo? ¿Sí o sí? ¿Por favor?
Ya puedes dejar de leer.

17 may 2015

La agenda gay: «El plan mundial de los homosexuales para conquistar el mundo»

Bandera de la secta
homosexualista
Mi pequeña odisea internauta para llegar hasta el Internet profundo y encontrar la agenda gay comenzó en Twitter, gran red social donde la respetable ideología homófoba, que está a favor de curar a los homosexuales, se enfrenta constantemente a los activistas de sectas homosexualistas que quieren pervertir el mundo.
Tras mis profundas investigaciones que han llegado a rincones tan alejados de la mano de Dios como Wikipedia (portal OBVIAMENTE homosexualista), tengo un documento secreto con todos los objetivos de la secta gay homosexualista que lleva a cabo esta agenda gay. Son los siguientes puntos específicos:
1. Pervertir a todos los jóvenes con la sodomía, pues como todo el mundo sabe, todos los «hombres homosexuales» la practican, absolutamente todos, y las personas heterosexuales no, nunca, jamás, en ningún lugar del vasto universo.
2. Propagar la homosexualidad por todos los continentes mediante el arte y la cultura. Como dicen los buenos homófobos africanos, la homosexualidad es un invento europeo (antiguamente grecolatino). Los europeistas saben perfectamente que pueden utilizar a sus amigos estadounidenses para convertir a heterosexuales. Por este motivo existen sectas homosexualistas en América, que consiguen que cualquiera que escuche «Born This Way» de Lady Gaga o vea una escena de Orange Is The New Black se vuelve homosexual, porque la homosexualidad se contagia de la misma forma que si su mejor amigo es rubio, voilá, le cambia el color de pelo sin tintes ni nada. Garantizado.
3. Odiar a Dios y propagar el paganismo ya que Zeus era bisexual, pansexual o algo. Los bisexuales y los pansexuales, por si no lo saben, son esos seres fantásticos que viven al final del arcoíris con los leprechauns que cabalgan sobre unicornios rosas. Se sabe, obviamente, que todos los homosexuales odian a Dios y Dios a ellos porque adoran a Satán. Y nunca ha habido ni un homosexual ateo ni cristiano, claro, de la misma forma que no hay heterosexuales satánicos porque siguen las directrices de Dios y practican sexo como este manda.
4. Obligar a la gente a que aprenda el significado de LGBT, que son las siglas establecidas por la secta homosexualista, pero también todas las siglas que intentan ser más inclusivas con todos aquellos que sean no heteros y cis. También hacerles creer que los pansexuales, demisexuales, asexuales, arrománticos y demás existen (todos metidos en un mismo saco aunque no sean todas orientaciones sexuales para confundir más)… y que además son majos. Adorables, cucos, coquetos. Este punto se relaciona profundamente con el segundo.
5. Reclamar sus privilegios (que no derechos, ojo, privilegios) para que los agradables y amorosos homófobos dejen de pegarles, insultarles, prohibirles vivir como quieren o incluso asesinarles. ¿Quién no ve normal discriminar a esta gente que ama a quien no debería?
6. Erradicar la heterosexualidad de la Tierra, como afirma nada irónicamente o sin exagerar Michael Swift en Gay Revolutionary. Porque es obvio que todos los homosexuales son heterófobos, ¿no? Odian que haya parejas de sexos opuestos felizmente casadas, porque odian el amor. ¿Se entiende? Por eso quieren casarse con personas del mismo sexo, para no amarse y amargarse durante el resto de sus vidas. Qué complicados son estos gays. Llevan el placer al extremo y abandonan el amor, ya que hacerlo con una pareja de tu mismo sexo es obsesión, no es amor, no confundan lo que sienten.

Los movimientos homosexualistas
Todos los homosexuales del planeta, ayudados de sus amigos homosexualistas que pronto se convertirán a su fe satánica, saben la existencia de este plan. Nadie cree que «agenda gay» sea una reunión de chicos homosexuales que van al gimnasio juntos o de personas LGBT que se organizan para ir a un concierto de Lady Gaga. Sí podría ser, en cambio, una agenda que te encuentras en la calle como «libro libre» o en una estantería de una biblioteca para convertirles. Todos saben que el plan oculto, actualmente destapado, es una maquinaria perfecta de dominación homosexual sobre el resto del mundo. El colectivo LGBT quiere tomar el poder. Podrían actuar de la siguiente forma:
Dibujo de Valeria Rechsteiner Fernández, clicar para ampliar (https://www.facebook.com/DrawingsAndMore?fref=ts / http://ideasandmoreordeals.blogspot.com.es/ )
Lo peor de todo es que estamos rodeados de propaganda homosexualista. Por todos los lados aparecen guionistas, escritores, directos, artistas en general que son pagados en negro por homosexualistas para que incorporen en sus obras a personajes LGBT que salgan bien parados. Sería una irresponsabilidad por mi parte comentar todos estos personajes o nombrar las obras en las que salen para sembrar la curiosidad en los heterosexuales que tienden a la experimentación insana o los que empatizan con LGBT porque «son personas normales». ¡Es mentira! Los homosexuales se mueven por el movimiento de la pasión y el deseo, sin llegar jamás al amor. ¡No creáis que hay seres buenos entre los homosexuales, no creáis que son igual de buenos o malos como se ve en Modern Family, Orphan Black, Orange Is The New Black, El azul es un color cálido, Fucking Amal, Tomates verdes fritos, Maurice, Los Borgia, Canción de hielo y fuego, Cómo defender a un asesino, Memorias de Adriano, In The Flesh, But I’m A Cheerleader!
Lo peor es que marcas como Desigual o Coca-Cola aumentan seguramente sus ventas tras basar su publicidad en la igualdad, independientemente de que seas hombre, mujer, heterosexual u homosexual, o te identifiques con uno de esos géneros que no existen y que se han inventado porque cómo mola que te peguen por la calle por ser de un género inexistente, haciendo que las ideas ofensivas contra la naturaleza sean vistas incluso por niños de corta edad. El adoctrinamiento de los infantes está en la televisión. Incluso Disney Chanel incluye ya «familias» que no son tales, pues no están compuestas por un hombre y una mujer.
La homosexualidad jamás debería ser defendida porque va contra natura (los biólogos falsean siempre, todos, en todos los estudios, los datos que «demuestran» que hay otros animales homosexuales), no permite la reproducción (por eso debemos discriminar a los infértiles), confunde la sexualidad de los hijos (padres gays jamás tendrán hijos heterosexuales) y es una enfermedad (por eso tiene una cura que hacemos con torturas, porque es como se debe curar a los que están enfermos. ¿Tu hermano tiene catarro? Dale baños con el fuego purificador y verás cómo deja de quejarse).
Debemos dejar claro que no hay que hablar de los gays para que no se expandan. Hay que cortar sus comunicaciones. Lo mejor será, por lo tanto, tener claro cómo descubrir quién es gay para incomunicarlo y que esa manzana podrida no contagie al resto. Ponerlos en cuarentena, vamos. Expliquemos la clave para que reconozcan a un gay y puedan avisar a las autoridades.

Cómo reconocer a los homosexuales
Un hombre es gay si:
1. Llora en algún momento de su vida. Un hombre de verdad no llora cuando le dan en sus partes. Nunca. Jamás.
2. Tiene el pelo largo (los metaleros pueden no ser gays, pero también son satánicos todos, siempre, porque todos los grupos de metal cantan la misma estrofa: «Mata, mata, mata, adora a Satán, a Satán, fornica, fornicaaaa». Puede que esto solo se escuche poniendo la canción a la inversa).
3. Lleva ropa gay, por ejemplo, camisetas de tirantes. En algunos casos, se travisten. No, no existen hombres a los que les guste el rosa que sean heterosexuales ni hombres heterosexuales a los que no les guste el azul. Por eso no hay hombres heterosexuales a los que les gusten las faldas. Todos los escoceses son gays.
4. Se expresa mucho con los gestos. Los verdaderos machos ibéricos tienen cara de póquer y producen solamente gruñidos. Nada de «¡Ay! ¿Estás bien?» ni esas mariconadas.
5. Le gusta Eurovisión. No hay ni un hetero a quien le guste. Todos los odian. Por eso es el festival de música más visto a nivel mundial, porque los homosexuales están conquistando el mundo.
6. Utiliza preservativo. Solo lo hacen los que odian a sus mujeres porque no quieren tener hijos con ellas ya que son invertidos. Los sodomitas también lo utilizan para no contagiarse y poder pervertir al resto, aunque todos sabemos que con rezar a Dios ya no pillas el sida, a no ser que se permita donar sangre a los homosexuales, claro.
Una mujer es lesbiana si:
1. Le gusta el fútbol o cualquier deporte de hombres. ¿Conocen a mujeres que sean de equipos específicos hasta la muerte? ¿Ya sean de fútbol, baloncesto, waterpolo? Aléjense de ellas antes de que les enseñen a su pareja y las vean como adorables (estrategia de los medios homosexualitas de comunicación). Son claramente lesbianas.  
2. Lleva camisa de de cuadros, es decir, de leñadora canadiense. No, no existen mujeres llamadas «modernas» o «hipsters» que no sean al menos bisexuales. ¡Llevar este tipo de camisa es el primer paso hacia el Diablo! Por extensión, todas las canadienses son bolleras y todos los canadienses sodomitas. Si no, observen a Justin Bieber.
3. Trabaja fuera de casa. La mujer, a lavar platos. Si se busca la vida por ella misma, se acuesta con mujeres. De la misma forma que si un hombre cuida de sus hijos es gay. Las estadísticas lo demuestran.
Gata negra lesbiana intentando convertir
a otra heterosexual
4. Tiene el pelo corto. ¿Dice que es por moda? ¿Por comodidad? ¡Mentira! Lo hace para gustarle a otras lesbianas.
5. Se comporta como un hombre. Sale de momentos difíciles, es valiente. Esto es porque intentan imitar a los hombres, ya que quieren tener el miembro viril. Machos, no dejen que estas bolleras les quiten el puesto en la cama con sus mujeres.
  6. Le gustan los gatos. Todas las lesbianas tienen gatos, de la misma forma que todas las brujas tenían gatos negros. Según esto, todas las brujas son lesbianas. Y sus gatos serán homosexuales.
Deben tener en cuenta todo esto para identificar a los homosexuales y los homosexualistas, para que no puedan propagar su mensaje de perversión que ocultan tras la idea del de amor sin fronteras, de la protección de víctimas, de la construcción de un mundo que no les discrimine por lo que son, de la igualdad legal, de la humanidad. ¡Satán nunca quiere hacer el bien! ¡Escondan a sus hijos de estos seres! ¡Quieren conquistarnos! ¡No lo harán!

PD. Notita maléfica
 Si no pillas la ironía, el sarcasmo o el humor negro, por favor, relee el texto con alguien que sí lo haga y que tenga más empatía que un homófobo. Saludos.
Pese a que las opiniones sean exageradas, mezclando homofobia con sexismo, la realidad puede superar un poco a la ficción. A continuación, un apéndice sin ápice de ironía. Tristes titulares homófobos y fumadas varias:
-El obispo de Alcalá de Henares vincula homosexualidad y pederastia.
-El obispo de Alcalá liga la ideología en la escuela con la homosexualidad.
-Coca-Cola te cambia la familia, cambia tú de refresco.
-La homosexualidad, una anomalía curable.
-Demanda a todos los homosexuales del planeta por ser «mentirosos y ladrones»
-Asesinatos a homosexuales prenden la alerta en Cuba

25 mar 2015

La nave de la salvación, una pequeña historia cotidiana de Sar

La capitana miró por tercera vez al vacío y comprobó que la nave de la salvación aún no había llegado, pero el sonido de su despegue era ya audible. Intentando tranquilizar a las novatas, comenzó a arengar a las otras gotas:
Fotografía de la nave de la salvación
—Caballeras, no somos damiselas en apuros. Nadie nos va a rescatar. Tenemos el futuro justo a nuestros pies y debemos luchar por él. Todo saldrá bien si mantenéis la formación serpiente: no intentéis agolparos en la llegada, o haréis que otras salgan despedidas. Id siempre hacia la bondad blanca, huid del peligro de las rejas negras que nos separarían y nos acabarían diluyendo en agua, o peor, vaporizándonos. Nadie sabe qué ocurre más allá del blanco. Sin embargo, sí sabemos qué ocurre en él: la comida y la bebida siempre están seguras. ¡Luchemos, compañeras, por la supervivencia! ¡Saltad… AHORA!
Las gotas salieron despedidas de la máquina de refrescos del cine formando un perfecto chorro que se estrelló contra el fondo blanco del vaso. Algunas de ellas perdieron a sus amigas más allá del recipiente: oyeron sus gemidos al salpicar lugares inentendibles para ellas. No lloraron; debían mantenerse unidas, debían resistir hasta que la tapa de la esperanza las dejara encerradas en aquel lugar. Las que habían aprendido el lenguaje de los humanos eran capaces de leer lo que ponía en la parte superior de la nave de la salvacion: «Food Safe».
Todas respiraron aliviadas cuado el dependiente dejó el vaso sobre la barra. Algunas miraron con tristeza a las que seguían allí, intentando olvidar a las que quedaban atrás. Sin embargo, algunas gotas de agua de condensación suicidas comenzaron a descender por el exterior, gritando consignas libertarias, intentado salvar a las gotas de Coca-Cola que jamás podrían volver a la nave. Los quejidos desaparecieron cuando una mano hizo zarpar al recipiente.
Detalle de "Food Safe"
El hombre salió del lugar con rapidez, cruzó la calle y entró de nuevo en el estudio, tendiéndole el refresco a una técnico de sonido. La mujer se lo agradeció sin quitarse los cascos de música y dio el primer sorbo. Ella no lo oyó; sin embargo, Dan Reynols se volvió de inmediato preguntando si alguien había oído un pequeño gritito. El resto del estudio negó con la cabeza. Las gotas supervivientes habrían asentido si hubieran tenido fuerzas: se acababan de dar cuenta de que su enemigo mortal, un animal de imparables jugos gástricos, las iba a descomponer.
—¿Seguro que no habéis oído un grito?—volvió a preguntar el cantante. Ante la negación de todo el equipo, se encogió de hombros—. Tal vez es que esta canción necesita un efecto de sonido así.
La técnico de sonido siguió bebiendo su Coca-Cola hasta que la terminó y la tiró en la papelera. Las gotas moribundas intentaron huir de la nave maldita. La mujer, por su parte, escribió en su cuaderno de notas: «Se añade un sonido rítmico parecido a un pequeño grito a la canción “I Bet My Life”».

Escrito en Whatsapp entre las 22:13 y las 22:27. 

20 feb 2015

Paraguas, una pequeña historia cotidiana de Sar

Justo en el momento en el que Zeus dejó de explicarle a su copero por qué las humanas le atraían mucho más que su esposa (nadie aguanta una relación durante milenios), se dio cuenta de que, a sus pies, Helios ya pasaba con su carro de fuego sobre Asturias. Se esperaba un sol brillante.
—Esto no puede ser—dijo en voz baja—. Hoy hay cántabros que vuelven en autobús a su tierra, pero para cogerlo tienen que ir andando. Hay que joderlos.
Zeus fue hasta su trono y rebuscó entre sus cojines hasta que encontró su bolsa de rayos. Sonriente, volvió a la terraza del Olimpo y se inclinó hacia las tierras de los mortales.
—A ver, sé un poco inteligente—le dijo Atenea, que vagueaba aburrida de que las guerras humanas pasaran de ella en cuanto a tácticas militares—. Si lanzas rayos, van a saber que eres tú. Manda solamente un poco de lluvia antes de que amanezca y que resista durante el día.
—¿Lluvia?—le preguntó—. ¿Crees que esos norteños no saben lo que es la lluvia?
—Que lo sepan no significa que no les moleste. También saben lo que es la muerte, listo.
Zeus suspiró mientras gruñía y Atenea siguió mirándolo impasible.
—Lluuuuuuviaaaaaaa—canturreaba ella.
Cuando Sar se despertó en la tierra de los mortales y vio las calles mojadas, se empezó a preguntar si Dios/Alá/Odín/Zeus/Júpiter lo estaba haciendo a propósito.
En el Olimpo, cuando Zeus se cansó de observar a los humanos y empezó a buscar específicamente lupanares, Atenea se agachó esperando que su susurro divino en griego antiguo llegase a los alumnos de clásicas de la Universidad de Oviedo: «Los humanos creasteis los paraguas para evitar las capulladas de los dioses».
Sin que nadie de clásicas verificase tal historia, Sar la escribió, no vaya a resultar que sea cierta y nadie la sepa. Feliz viernes lluvioso.

Escrito en Whatsapp entre las 8:21-8:31 de la mañana.

13 feb 2015

Feliz no San Valentín

Nota previa: Feliz NO San Valentín. En este terrorífico viernes 13 en el que se estrena 50 sombras de Grey, día antes de San Valentín, no voy a hablar de sadomasoquismo mal explicado. Solamente voy a dejar un relato que demuestra que los amores perdidos existen y que, si al menos no lo intentaste, te puedes arrepentir (nada que ver con 50 sombras, que nadie se atreva a decir "por desgracia"). Quiero desmitificar el amor empalagoso con un texto empalagoso antiempalagoso pesimista. El sadismo del escritor reside en hacer sufrir a los personajes que quiere. Saludos.

Qué más daba lo mal que pudiera haber salido el día. Aunque lo hubieran insultado, aunque se hubieran metido con su cultura, aunque se hubieran reído de él, su sola presencia ya bastaba para disipar las nubes.
Solía meter las manos en los bolsillos cada vez que la veía. Tal vez tenía miedo de no saber qué hacer con las manos, pues estaba seguro de que empezaría a dar vueltas a su bolígrafo, a revolverse el pelo o a no dejar en paz a su colgante. Así que, sí, cada vez que la veía entrar por la puerta se metía las manos en los bolsillos, se erguía un poco para verla por encima de las cabezas, dejaba de escuchar las conversaciones hirientes alrededor y respiraba su aroma.
Nunca se le había dado bien describir olores, pero daba igual. Era simplemente uno de los mejores aromas existentes en el mundo. Estaba seguro de que las colonias de mil euros eran peores que la fragancia que siempre seguía a aquella chica. Le recordaba a los veranos felices de niñez; al fresco de un bosque en otoño, cuando todas las hojas caídas alfombran caminos perdidos; a las noches alrededor de una hoguera, cuando los miedos acechan en las sombras, pero la compañía de tus amigos te hace sentirte invencible; a los primeros copos de nieve que caen tímidos sobre una ciudad gris que se los tragará. Le ardía el corazón cada vez que la olía. Le hacía sentir la inefable soledad del individuo.
Su presencia podía pasar inapercibida entre tantos seres, pero para él era el centro del universo. Los cabellos que le caían sobre la espalda, la nariz pequeña, las mejillas sonrojadas por el frío, el resplandor de sus ojos oscuros, la forma que tenía de colocarse la bufanda una y otra vez a lo largo de las aburridas clases, su sonrisa cada vez que una de sus amigas le decía algo. Su cara de desesperanza al observar algún examen. Su cara de confusión cuando el profesor explicaba cosas inefables. Todo le atraía como si fuera un agujero negro, como si él fuera solamente un ente inanimado que se ve inevitablemente arrastrado hacia la perdición.
Había notado varias veces el inexistente caso que le hacía. Para ella, era invisible. Sus amigas de vez en cuando le lanzaban una mirada un tanto mortal, queriendo protegerla, queriendo alejarlo. Él, simplemente, metía las manos en los bolsillos y agachaba la cabeza, intentado prestar una atención que no poseía a sus apuntes.
Estuvo demasiado tiempo soportando las burlas, estuvo demasiado tiempo con las manos en los bolsillos. Si se chocaba con ella de casualidad creía que iba a morir. Cuando caminaba por la calle y la veía esperando el autobús quería detener el tiempo para admirarla eternamente. Odiaba su presencia, y la necesitaba. Podía conseguir sacarle una sonrisa en los peores tiempos, podía conseguir lanzarle a un pozo sin salida cuando ella apartaba la mirada.
Nunca se atrevió a sacar las manos de los bolsillos. Esa chica pasó delante de sus ojos infinitas veces, más de las que tú y yo podemos contar, y nunca le dirigió una sola palabra. Ella, simplemente, no sabía que él existía. Sus amigas, simplemente, se reían del mundo, no de él. Para ellas era indiferente, una cara más entre las cientas que verían al día. Para ella era inexistente, una sombra en la oscuridad. Para él, ella era un universo.
Cuando jadeó por última vez, entre el humo del incendio, solamente pudo pensar en ella. En las ocasiones perdidas, en el tiempo abandonado. Solamente pudo pensar que, si vives una vida sin intentar nada, no la has vivido. Y se dio cuenta de eso justamente cuando comenzaba a vivirla.


6 ene 2015

No bajes la persiana

[Nota previa: Cuento navideño escrito en colaboración con Uve (el enlace: http://ideasandmoreordeals.blogspot.com.es/). Para más información, consultar el final de la entrada].

Me asomé con un movimiento rápido, intentado recuperar esos juegos de niñez que se habían perdido por el camino de mi adolescencia. Apenas había subido unos centímetros la persiana para poder dejar una rendija por la que se colaba la luz de las farolas. En ese rápido vistazo descubrí que, en realidad, lo que se colaba era la luz reflejada por un cristal del edificio de enfrente. Me agaché.
Al colocar la espalda contra la pared, tanteé debajo de mi cama con la mano derecha y encontré exactamente lo que buscaba: una caja negra, con algo de polvo por encima. Acaricié la madera antes de sacarla y observarla brevemente, para soplar sobre ella como si estuviera descubriendo un tesoro olvidado.
Las bisagras chirriaron al abrirla. El rayo de farola reflejado se reflejó. Vaya redundancia tan atípica del lenguaje. Toqué el metal dorado con la mano. Saqué el catalejo con cuidado y con una sonrisa en los labios. De un salto me levanté y lo apoyé en el marco de la ventana; apenas tardé unos segundos en regularlo. Sexta ventana comenzando por la izquierda del sexto piso, pues la repetición mezclada con la utilización de etimologías distintas molaba.

Ese árbol de Navidad lleno de luces solo era localizable de noche, cuando ya no tenía la excusa de estar observando el vuelo de las palomas. Excusatio non petita, accusatio manifesta, sí: el catalejo a veces perdía aquel vuelo y acababa en las parabólicas de Televés para después subir siguiendo las tuberías hasta las ventanas. Nunca nada interesante. Salvo ese árbol de Navidad. Las palomas dormían. ¿Qué más podía hacer?
Intentando observar sus lucecitas de colores tan hipnóticas me di cuenta de que había alguien en la habitación. Sí, ahí en frente, al lado del árbol. Aunque si quitabas el catalejo se desdibujaba. Volví a colocarme. La chica seguía allí. Incluso veía que, ¡maldita sea!, me estaba mirando.
     
Oro derretido.
Oro derretido, una llama acogedora envolviendo un tronco en la chimenea durante una gélida noche interminable
Y ébano.
Aquello evocaba esa ciudad llena de posibilidades, de alegorías, de colores inconcebibles y curvas praxitelianas; sus farolas de hierro negro erguidas frente a las fachadas de edificios adormecidos.
Sus paredes poseían una incandescencia única que traía consigo una ola de calma cada vez que caminaba bajo el acuarela con tonalidades pastel que formaba el cielo y sobre los patrones desgastados que decoraban la acera resbaladiza. Incluso las estatuas metálicas bruñidas se asemejaban al carbón encendido.
Esa noche había deambulado entre el claroscuro sin intención de esquivar los charcos que cubrían el suelo irregular, ni el deseo de evitar el diluvio que siempre parecía más cálido de lo que en principio debía ser.
Recuerdo el chirrido de mis botas contra las baldosas del portal al regresar a casa; el rastro de agua que dejaron atrás mis pisadas y la pequeña inundación que causaron en el ascensor a lo largo de su viaje hacia la sexta planta.
Tras abrir la puerta al piso, colgué la ropa empapada sobre la calefacción de la entrada y coloqué las botas debajo de ella. El leve olor a canela y galletas recién horneadas embadurnaba el lugar.
Los villancicos, el tumulto y las voces de los vecinos traspasaban con claridad el apartamento mientras la luminosidad del exterior se filtraba por los paneles de cristal, jugando con el matiz de las habitaciones de forma encantadora. Junto a ella, el brillo de las bombillas coloridas del árbol alumbraba mi pequeño hogar.
Al fin había llegado la navidad;
Esa época risueña, ajetreada, estrambótica y, para algunos, melancólica y solitaria.
Después de arroparme, me dirigí hacia el salón. Encendí la luz y caminé hacia la ventana, apartando las cortinas traslúcidas para abrirla.
Hacía años que no nevaba en la ciudad, pero eso no evitaba que el ambiente se animara por esas fechas. Se notaba en el aire fresco teñido ligeramente por combustible y fritangas. Había cesado de llover pero la ciudad - un cuadro al óleo, aún tardaría bastante en secarse.
Mi vista cayó sobre la minúscula plaza romboidal al otro lado de la calle, donde a lo largo del día se reunían innumerables palomas a la espera de las migas de pan que les traía frecuentemente un señor mayor con boina ajedrezada.
A lo lejos se escuchaba el pitido del camión de la basura mientras un silbido subía desde la acera, y más allá de la plaza y el terreno/foso descuidado que la rodeaba, el edificio de tejas verde pantano y almohadillado de inglete blanco daba señales de vida.
Fue entonces cuando algo captó mi atención.
Entrecerré los ojos. ¿Qué era aquello?
En mi intento de posicionarme mejor, tropecé, enredando un brazo en la cortina, chocando con el árbol a mi izquierda y causando que uno de sus adornos cayera al suelo. Resoplé, recogiendo la bolita azul con copitos de nieve blancos del suelo y posándola sobre la mesa, encima del boceto de una chica de ojos tristes.
Con cautela, regresé a la ventana y la cerré.
Efectivamente; un solitario destello atravesaba uno de los cristales del ático del edificio de tejas verdes.

A través de los ojos se ve el alma. Y da igual la distancia, los obstáculos que haya por medio, estaba segura de que si aquella persona se inclinaba sobre el cristal y observaba con una mirada lo suficientemente intensa, me leería los sentimientos impresos en mi espíritu. Aparté el catalejo, volví a colocarme contra la pared y apagué la luz, reaccionando instintivamente.
La oscuridad me envolvió. Me daba la impresión de que no me protegía lo suficiente. Sin embargo, una llama surgió para borrar los miedos; tal vez otra persona se aburría más allá de la calle con mis mismas intenciones, observar el mundo exterior por un rato desde la comodidad del hogar. La oscuridad se volvió más apacible. Otra sonrisa volvió a aparecer en mi cara.
Me puse los cascos de música para tranquilizarme ante la idea de poder comunicarme con la otra buscadora (¿pues no podría estar ella también buscando inspiración para crear historias?). ¿Y que sería mejor para aquello? Ni idea. El código morse era algo que me parecía fantástico y desconocido. Sin embargo, de poco me serviría utilizar la única señal que conocía: SOS.

La curiosidad pudo conmigo. Caminé hacia el interruptor, dejando la habitación a oscuras salvo por los parpadeos de las luces navideñas que parecían sintonizar con mi pulso. Tanteando los contenidos de la estantería, entre libros y tubos de acrílico, di con ellos.
Con el cordón rodeándome el cuello, me posicioné de rodillas, los cilindros de los binoculares sobre el marco.

Tal vez fue la música o la protección que sentía lo que me hizo colocar el catalejo como antes y seguir observando aquel árbol con aquella persona más allá del cristal. Dos cristales no pueden separar bien a dos desconocidos; una calle tampoco.
Sin embargo, la buscadora había desaparecido, dejando al árbol de nuevo solo,  a oscuras esta vez, reflejando sus luces en el cristal, en las paredes, en los adornos que colgaban de sus ramas. Esperaba que hubiera un gato que pudiera jugar con aquella decoración, o un niño pequeño en aquel lugar que alegrase las Navidades. Esperaba que en aquel lugar sonase una dulce canción que conmoviera los corazones de los habitantes. Pero, en fin, el árbol seguía abandonado en el salón y tuve que buscar algo más interesante que hacer.
Sin pájaros en el cielo, lo único apetecible para observar eran las estrellas, aunque me dediqué a vigilar a los pocos transeúntes de la calle. Suspiré. La música cambió. Una variación ligera hacia la tranquilidad.

Enfoqué sobre el brillo.
Y por un instante mi corazón flaqueó.
Lo que me había parecido una estrella centellando en la penumbra tras un cristal era en realidad un reflejo. Un reflejo sobre lo que parecía ser un catalejo guiado por una silueta.
Sacudí la cabeza y me froté bien los ojos antes de entornarlos. Armándome de valor, me dispuse a comprobarlo.
Sí, definitivamente era un catalejo.
Un catalejo dorado. Elegante.
Había un catalejo dorado y elegante sujeto por un individuo desconocido mirando fijamente hacia mi ventana.
Me retiré rápidamente, deslizándome de espaldas contra la pared con un nudo en la garganta. Un escalofrío escaló mi columna, mis pensamientos colisionaban y el recuerdo de una conversación con mi madre invadió mi mente:
«¡¿Pero tú cuántos acosadores has tenido, mamá?!»
«Ay, no sé… ¿Cinco? ¿Seis? La verdad es que he perdido la cuenta. Anda, no pongas esa cara, hija; ya tendrás tú unos cuantos, tú no te preocupes por eso».
Que no me preocupase.
¡Que no me preocupase!
¡Lo había dicho como si fuesen trofeos!
Aquello había sido más surrealista que un cuadro de Dalí.
E igual de inquietante.
¿Y si mi madre tenía razón?
¿Y si era un acosador y no solo un vecino aburrido?
¿Y si era ese hombre raro con pinta de neonazi que había visto el otro día? ¿Vigilando desde detrás de las persianas venecianas abiertas del mismo ático?
Dios mío. Un pirata neonazi. Me acosaba un maldito pirata neonazi voyeur.

Cuando me iba a ir a cenar, oyendo que mis padres ya trasteaban en la cocina, la melancolía de perder a un personaje me inundó y mi catalejo se dirigió de nuevo a aquel sexto piso, sexta ventana comenzando por la izquierda. Al menos me podría despedir del árbol navideño, adorable y solitario. Sin embargo, el corazón me dio un vuelco.
La buscadora había cogido unos prismáticos y miraba hacia aquí, no sabía desde hacía cuánto tiempo, no sabía si exactamente a mi ventana o a mi edificio. Las manos me temblaron sin saber qué hacer. Mi mente se quedó en blanco. La buscadora observaba.
¡Por todos los infiernos, seguía con aquellos prismáticos mirando en mi dirección! ¿Habría visto el catalejo? ¿Habría pensado en piratas? Un catalejo era más poético para un personaje que unos prismáticos, incluso en las palabras: catalejo, ver de lejos, contra prismáticos, anteojos prismáticos.
No te vayas, buscadora, reflexiona. Sigo aquí. Saca de la realidad algo para la imaginación. Hazlo ya. Antes de que me vaya.

Coloqué la cabeza entre las rodillas. Estaba hiperventilando y la falta de aire amenazaba con desmayarme. La temperatura de la habitación parecía descender drásticamente con cada minuto que pasaba.
Las persianas.
Tenía que bajar las persianas.

No sé el tiempo que estuve así hasta recordar algo que había olvidado: las banderas de señales. Era lo único con lo que sabía que me vería, si ponía una bandera de señales contra la ventana. Fui corriendo al cuarto de mi hermano, el cual me abrió casi inmediatamente.
—¿Me dejas la Kilo y Xray?—dije tal vez bruscamente.
—Pequeñaja, ¿a qué tanta ilusión?—me preguntó este, sacando las banderas de su armario con rapidez—. ¿Alguna frikada vexilológica?
Negué con la cabeza, a lo que él se encogió de hombros.
—¿Sabes que hoy me han preguntado que si era nazi? ¿Tengo pinta de eso?
Su voz se fue haciendo más débil cuando me alejé corriendo por el pasillo, y oí que cerraba riéndose ante mis locuras. Tendría que haber contestado que sí: el pelo rapado le quedaba algo inquietante, aunque si abría la boca daba la impresión de que acababa de salir del país de la piruleta. Reductio ad hitlerum, seguro que utilizarían eso contra él por su pinta aunque fuese el más antibelicista que hubiera sobre la Tierra.

Sentí que había transcurrido una eternidad cuando al fin logré moverme. A gatas llegué hasta el árbol; no conseguía mantener las manos quietas, pero al fin pude cerrar las cortinas.

Creo que llegué tarde. Al levantar del todo la persiana y encender de nuevo la luz, la buscadora había corrido las cortinas. Cogí primero la Kilo («deseo comunicarme con usted») sin demasiadas esperanzas. La coloqué sobre la ventana y la mantuve mientras cogía mi catalejo. No vi movimientos.
Tal vez me había visto y se había asustado. No buscadora, soy una pirada de las banderas, no una asesina. Abre las cortinas. Ábrelas. Mira la bandera. Busca como una loca en Internet su significado.
Solté el catalejo y busqué con el móvil el código morse. Wikipedia tenía la solución. ¿De qué otra forma se iba a poder comunicar ella si no era así? No creo que tuviera banderas navales. Dejé el móvil sobre la cama y volví a observar con el corazón en un puño.

Me levanté lo más despacio posible, intentando evitar ser vista. Bajé la persiana a trompicones antes de desplomarme sobre el sofá, dedos enrollados en los mechones de mi pelo desaliñado. Notaba los latidos frenéticos de mi corazón en el cuello.
Encima de la mesa, junto al adorno azul e iluminado únicamente por las luces multicolor se encontraba el fijo.
Lo descolgué.
Teléfono temblando en mano, tomé una decisión.

Vi cómo se bajaba la persiana lentamente. Como si fuera a cámara lenta. El catalejo, directo sobre el colchón. La Xray arrojada casi con violencia sobre la ventana («Suspenda sus maniobras y preste atención a mis señales». Oh, madre, si no sabía bien de banderas la iba a confundir con la finlandesa). La moví repetidamente mientras la persiana bajaba cada vez más. A cámara lenta. Hasta que las luces del árbol desaparecieron sin más.
El grito de «¡A CENAR!» me sacó de mis casillas. Ya está. Eso es todo. Ahí termina la gran historia de cómo una buscadora no encontró su inspiración y de cómo yo maldije al universo por no darme nada más en aquella aburrida tarde llena de pensamientos sobre exámenes.
Mientras revolvía la sopa, aquella odiada por Mafalda, me pregunté en realidad qué había pasado. Por qué no había contestado. Tal vez ni tan siquiera me había visto. Tal vez había sido invisible. Yo solamente quería encontrar a otro escritor loco en la ciudad de Oviedo. Yo solamente quería algo más. Mi hermano inclinó la cabeza mirándome, preguntándome con esos ojos de mirada profunda que qué me pasaba. Me encogí de hombros. Perder a un personaje duele. Perder a una buscadora más.

Pasaron varios minutos. Respiré hondo y dejé el aparato de lado, observando los binoculares que seguían colgados de mi cuello.
No. No llamaría.
Pero mañana.
Mañana al anochecer buscaría al pirata.

FIN

[PD. Como el vecino de enfrente había puesto unas luces navideñas, solo se me ocurrió pedirle a  Uve que escribiéramos un texto juntos. Le planteé lo que tenía que escribir dando pocas instrucciones (del tipo: En una ventana a lo lejos ves un reflejo) sin que ella supiera qué escribía yo, para luego intercalar los textos. Creo que por el estilo ya adivináis cuál es de cada una. Y por las frikadas vexilológicas.
Saludos y felices fiestas, lectores].