1 dic 2020

Falacias tránsfobas desmontadas

Hace unos días, un conocido de Twitter comentó que era mejor no darle más bombo a cierta escritora ultrafamosa conocida en los últimos tiempos por su transfobia reiterada. Al principio parecía que daba igual, porque era una persona que ya había causado una transformación en el mundo de la fantasía literaria, y cuyas historias eran seguidas, más de veinte años después, por alumnos de 12 años sedientos de aventuras. Su capacidad para haber calado en tres generaciones distintas (generación x, millennials y generación z) me sigue fascinando. Luego fuimos a ver Google Trends y, tal vez, nos dimos cuenta de que tanto igual no daba: el mayor pico de búsquedas se corresponde al día en el que saltó a los medios la noticia de que tal autora se había quejado en Twitter del grupo semántico «personas menstruantes». 

El problema no está solo en que ciertas escritoras y tuiteras utilicen la transfobia como un reclamo para estar en el punto de mira, como podéis ver en los gráficos. El verdadero problema, más profundo aún, es que influyen en parte de la comunidad que se está alimentado, formando y creciendo con las falacias que tales personas crean. Y esta visión tiene repercusiones directas en la vida de las personas trans, pues los discursos academicistas o enmarcados en voces famosas tienen el poder de variar las creencias de gran parte del activismo, siendo este a su vez necesario para erradicar la intolerancia de la sociedad.

En los últimos meses, los focos de transfobia en España han sido, por una parte, la ultraderecha (VOX[i] y Hazte Oír[ii] principalmente), y por otro lado las mal llamadas feministas que han decidido excluir a las mujeres trans del movimiento, normalmente enmarcándose erróneamente dentro del feminismo radical[iii]. Pese a que están alejados en una escala política, las falacias suelen ser similares, si no iguales, como veremos más tarde.

Queda decir que no todas las feministas radicales (ni mucho menos) apoyan este ideario que reduce la identidad de las mujeres trans a la de «hombres disfrazados». El feminismo radical, de hecho, parte de la base de que la raíz de toda desigualdad social es el patriarcado, punto que puede tener en común con otras ramas del feminismo. Donde suele encontrar su postura enfrentada respecto al resto es al utilizar el término de «sexo» para explicar toda opresión, y al centrarse en este aspecto a la hora de formular sus teorías.

En este artículo queremos desmentir algunas de las falacias que promueven una idea errónea sobre el colectivo trans y el transfeminismo, a fin de que cualquier persona interesada en formarse tenga información suficiente.

 

1.        «Se está desdibujando el sujeto político del feminismo» o bien «Este lenguaje nuevo nos está borrando del mapa»


El feminismo transexcluyente suele recabar aquellos casos en los que alguien busca términos que incluyan a los hombres trans para decir que se está borrando la palabra «mujer» del feminismo (como en el caso de «personas menstruantes»). Normalmente esto está relacionado con los temas del aborto y la menstruación, que también les afectan a ellos. Éticamente, sería difícil argumentar que es incorrecto incluir en las reivindicaciones a un grupo minoritario y marginado, como veremos más adelante. Sin embargo, si el miedo real está en el hecho de que la mujer pueda ser borrada del feminismo, será buena idea comprobar qué se entiende por feminismo y cuáles son sus reivindicaciones actuales.


Para el hablante medio, la definición de feminismo sigue siendo «movimiento que busca la igualdad del hombre y la mujer», como está recogido con pequeñas variaciones en la mayoría de diccionarios (ASALE, María Moliner, Oxford Language, SM, Espasa-Calpe, Collins). De hecho, el hablante mal informado suele creer que lo que propugna el feminismo es «la superioridad de la mujer frente al hombre». Tales definiciones dan por hecho que el sujeto político del feminismo es la mujer, pero un lector avispado podría proponer que los diccionarios, muchas veces, prescriben en vez de describir, y podría ser que el sujeto del feminismo hubiera cambiado sin que los diccionarios lo hubieran recogido.


   Pues bien, bastaría con salir al mundo a comprobar quiénes suelen formar las organizaciones feministas y con qué objetivos. En España, me parece innegable afirmar que las asociaciones feministas están formadas mayoritariamente por mujeres, lo que se hace visible sobre todo en las marchas del 8M. Las páginas web de los distintos movimientos dejan claro un uso reiterativo de las palabras «mujer» y «feminismo», y tienen temas de interés tales como «violencia de género», «prostitución»¸ «agresiones sexuales», «aborto» o «feminicidio». Invariablemente, en todas estas organizaciones se habla de un «nosotras»[iv].

Sobreentiendo que la confusión llega cuando la corriente transfeminista señala que no solamente las mujeres son víctimas del machismo. Esta ola suele incluir temas como el antirracismo, los derechos LGBT o el clasismo, luchas que se consideran íntimamente ligadas al feminismo, ya que se sustentan en el mismo sistema patriarcal. De hecho, filósofos como Martha Nussbaum han argumentado de forma convincente que intolerancias tales como el antisemitismo y la homofobia tienen base en la misoginia, mediante la proyección de prejuicios machistas a estos otros grupos:

El locus classicus de la repugnancia proyectiva dirigida contra un grupo es el cuerpo femenino. La repugnancia misógina tiene algunos puntos de partida empíricos que ayudan a explicar por qué esta forma de proyección aparece con tan monótona regularidad en casi todas las sociedades. Las mujeres dan a luz, por lo que están estrechamente vinculadas a la continuidad de la vida animal y a la mortalidad del cuerpo. Ellas también reciben semen (…). En relación con estos hechos, a menudo se imaginó a la mujer como blanda, pegajosa, fluida, olorosa, débil, cuyo cuerpo se asociaba a una zona sucia de polución (…).

Así, la nariz judía fue ampliamente vinculada a la condición animal (…), a los olores y la sexualidad femenina, incluso a la menstruación; se creía que los judíos tenían un olor distinto y repulsivo, a menudo comparado con el supuesto olor de una mujer durante su periodo menstrual.

Por otra parte, la presencia de un hombre homosexual en el barrio inspira el pensamiento de que uno mismo podría perder su estado puro de seguridad, convertirse en el receptáculo de esos productos animales. Así, la repugnancia es, en esencia, repugnancia a la propia penetrabilidad y viscosidad imaginadas, y por ello que el hombre homosexual es consdierado tanto con repugnancia como con temor, como un depredador que podría tornar repugnantes a todos[v].


En esta línea de pensamiento, Klaus Theweleit, sociólogo alemán, explica en su estudio sobre los Freikorps (Male Fantasies, 1989) que la vergüenza ante la debilidad, identificada con lo femenino, es muchas veces utilizada contra otros grupos (como hemos señalado anteriormente, judíos y minorías sexuales, y en el caso de los Freikorps, contra los comunistas). Estos grupos son vistos como una amenaza a la identidad masculina dominadora, de forma que se cree que tales grupos amenazan la salud, los valores, el ser, la familia, etc. En la mentalidad nazi, se contraponía al «hombre alemán», relacionado con imágenes de metal y maquinaria (al estilo de la vanguardia futurista), con el «barro femenino-judío-comunista fluido y maloliente»[vi].


Como hemos visto, las luchas tienen factores correlacionados. El hecho de que una rama del feminismo exija que solamente se luche por un tipo de mujer (blanca, cisgénero, de clase media, heterosexual) es una mera falacia del falso dilema: se presenta la idea de que o buscas únicamente los derechos de ese prototipo de mujer, o no conseguirás nada. Nada más lejos de la realidad: se debe luchar contra toda la maraña de problemas sociales, sin excluir a gran parte de la población de grupos minoritarios o en riesgo de exclusión.


Debemos entender que el género es una variable que está intrínsecamente unida a otras, como la etnia o la clase social, por lo que lo común es que los grupos se vean atravesados por diversas violencias, sin que estas se puedan reducir en base a una única idea. Toda lucha es importante y debe ser considerada, pues no es lo mismo ser una mujer racializada trans de clase baja que una mujer no racializada cis de clase alta, aunque haya opresiones compartidas.

 

2.  «Las mujeres trans son hombres (y eso debe preocuparnos porque los hombres son siempre violentos)»


  Resulta un poco contradictorio tener que argumentar que las mujeres trans son mujeres. En primer lugar, porque la propia oración es una tautología; en segundo lugar, porque la evidencia científica existente que apoya este hecho es hoy en día abrumadora, y puede ser consultada en distintos textos de uso público. De hecho, a nivel científico lo que se discute hoy en día es dejar de considerar la condición trans como una enfermedad.  Para más información, se puede consultar este artículo.

En cuanto a la afirmación de la violencia intrínseca de los hombres, también hay estudios (biológicos, sociológicos y psicológicos) que sostienen que tiene más peso la educación que la mera biología. Es decir, que tiene más peso el género y sus roles que el sexo (considerando que el sexo son todas aquellas características que diferencian a los individuos separándolos en masculinos y femeninos, lo que incluye el sexo cromosómico, el gonadal y el fenotípico; mientras que el género es una construcción social compuesta por la identidad de género, que es la identificación propia de la persona, y por otra los roles de género, que son los papeles que la sociedad asigna a cada identidad).


En Educando a Caín: cómo proteger la vida emocional del varón (1999), dos psicólogos clínicos estadounidenses, Dan Kindlon y Michael Thompson, exploran de dónde puede venir esta agresividad. Descartan que se deba a la testosterona, pues los niños y las niñas tienen niveles parecidos antes de la adolescencia, pese a que el porcentaje de agresiones físicas difieran enormemente. Esto fue confirmado de nuevo en 2019, con un estudio de la UPV/EHU que mostraron que la agresividad está relacionada con el cortisol, la hormona asociada al estrés[vii].


Kindlon y Thompson afirman que uno de los grandes problemas es que los niños son «emocionalmente iletrados», pues mientras que a las niñas se las alienta a expresar emociones, a ellos se les da una respuesta breve quitando importancia a sus sentimientos. Como hemos señalado anteriormente, el machismo tilda a las mujeres de «débiles», en parte por su gestión emocional, y a los niños que exploren su mundo interior y expresen su vulnerabilidad se les rebajará al nivel de mujer u homosexual. Con esta negación de sentimientos, es altamente probable que los niños se depriman o se carguen de ira. Todo esto se verá reforzado igualmente durante la adolescencia y la adultez: es especialmente problemático que se denigren todas las partes de la personalidad que se ven como femeninas: la necesidad, la tristeza y la compasión.


Queremos aclarar que toda esta cultura también está, claramente, afectando negativamente a las mujeres y niñas, ya que lo que se desprecia de los hombres son características que se creen, muchas veces, intrínsecas de ellas. Además, son ellas las principales víctimas de la pobre gestión emocional y las expectativas masculinas. El documental La máscara en la que vives (2015) explica perfectamente todo lo mencionado.


Por otra parte, Neus Olivé y Lorena Martín relacionan la (en general) falta de violencia extrema en las mujeres no solo por su mayor gestión de emociones, sino también por su recluimiento histórico al ámbito privado. A lo largo de la historia, las mujeres han participado en revueltas generalmente relacionadas con la supervivencia de su familia, estando muy presentes en las revueltas alimentarias de la Europa del siglo XVIII (protestas de Sant Feliu de Lobregat, la guerra de las harinas de París, etc)[viii]. Salvo estos casos, relacionados en parte a los cuidados, la violencia femenina ha sido ejercida mayoritariamente de manera particular e individual, normalmente en el marco doméstico[ix].


Bien es cierto que la violencia ejercida por mujeres se ve socialmente como algo más negativo y subversivo que la ejercida por hombres. Este prejuicio no recae solamente sobre las mujeres cisgénero; a muchas trans se les niega la identidad por tener alguna conducta violenta, que también sería reprimida en una mujer cis, pero sin negar de ninguna forma que sea una mujer.

 

3. «Las mujeres trans son hombres se hacen pasar por mujeres para entrar en espacios femeninos y violar. No sufren violencia machista ni opresión, y se aprovecharán de las leyes para evitar condenas por violencia de género»

Esta afirmación es tan específica, que lo lógico sería que lo tuviera que demostrar quien lo afirmase. Cuando se hace esto, se suelen apresurar a buscar casos de mujeres trans que hayan cometido delitos sexuales. Queremos partir de la base totalmente innegable de que, obviamente, en cualquier colectivo oprimido sigue habiendo violadores y maltratadores. Y la segunda verdad incuestionable es que actualmente los hombres cis violan más que las mujeres cis, y las mujeres cis son muchas más veces las víctimas.

Comprobemos los datos: La macroencuesta de violencia contra la mujer de 2015, llevada a cabo por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de España, señala que un 13,7% de las mujeres mayores de 16 años residentes en España han sufrido violencia sexual. En el 97,3% de los casos los agresores fueron hombres. Y resulta alarmante que el 46% de los violadores sean conocidos o amigos de la víctima, un 20% sean familiares y el resto, un 18%, desconocidos[x]. Igualmente, el Anuario Estadístico de 2015 del Ministerio de Interior de España recoge que las mujeres son víctimas de agresión sexual con penetración diez veces más que los hombres[xi].

Se calcula que el colectivo trans es alrededor del el 0,1%-0,6% de la población[xii]. Así dicho, podríamos hablar de entre 23.000 o 138.000 mujeres trans en España. Sin embargo, el número de personas trans (hombres y mujeres) que realizaron los trámites legales fue solamente del 1.676 (años 2012-2016).

  El seguimiento de un grupo poblacional tan pequeño muchas veces es obviado; aun así, los estudios existentes muestran que sufren discriminación asimilable a la de las mujeres cis, y más grave en otros casos. Así, la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea señalaba en 2014 que el 62% del total del colectivo trans había sufrido acoso, y el 8% ataques físicos o sexuales en tal año[xiii]. Además, los estudios manejan cifras de entre el 50% y el 80% al referirse a mujeres trans que han ejercido la prostitución[xiv], y se calcula que unas 12 mujeres trans han sido asesinadas por el mero hecho de serlo en España desde el 2008[xv] (importante es decir que este registro es llevado a cabo por colectivos sociales que manejan la información publicada en periódicos, por lo que es probable que haya más).

 Esperamos que con estos datos, que podéis contrastar, hayamos dejado claro que las mujeres cis y las mujeres trans forman parte de colectivos oprimidos, y las segundas, también a un colectivo minoritario. Situarlas al mismo nivel de privilegios que los hombres es ilógico por lo que acabamos de ver. Pero además, categorizar a las mujeres trans de «hombres violadores» y «maltratadores que evitan las condenas» no es solo una generalización apresurada, sino una forma de pánico moral.

Hablamos de pánico moral cuando se hace blanco a un grupo porque se cree erróneamente que es un peligro grave e inminente para la sociedad. Este término se remonta a 1972, cuando Stanley Cohen lo describió en su libro Folk devils and moral panics: the creation of the mods and rockers. En él se detalla cómo en Clacton (Inglaterra), un grupo de jóvenes aburridos en bicicleta se dedicaron a romper ventanas y dispararon un arma al aire. Los periódicos locales, sin nada que contar, exageraron el hecho, diciendo que fue un «Día de terror perpetrado por grupos en motoneta» o «Chumas aullantes crean una orgía de destrucción». Las noticias inventan que hay dos bandas enfrentados, por lo que algunos menores de edad fueron detenidos durante tres semanas por desperfectos menores, y un joven sin antecedentes pasó tres meses en un centro de detención por arrojar un maletín.

En la sociedad actual, los pánicos morales siguen existiendo, principalmente contra las personas racializadas (especialmente las árabes y gitanos en España) y contra el colectivo LGBT (principalmente, contra hombres gays y mujeres trans). Se promueve sobre todo desde la ultraderecha la imagen de que los árabes musulmanes y el colectivo LGBT violan y pervierten a los niños.

Aún hoy en día, la homofobia recalcitrante de las redes sociales sigue señalando que los hombres gays son pederastas que pervierten a la juventud. A veces nos olvidamos de que las redes son solo un reflejo de la realidad y negamos que se lleven actos a cabo siguiendo esos ideales, pero basta con buscar un poco para descubrir casos como el de 2018, en el que hombres homosexuales eran amenazados para que confesaran (falsamente) que querían tener sexo con menores[xvi]. Estas ideas son también alimentadas desde instituciones como la Iglesia Católica[xvii], con las consecuentes cifras en acoso escolar (un 50% de las personas LGBT lo sufre)[xviii] y agresiones físicas dirigidas principalmente hacia jóvenes gays (se calcula que solo en Madrid, hay una agresión homófoba al día)[xix].

La política española ha estado además rodeada de mensajes racistas y xenófobos que aseguraban que los refugiados de países islámicos venían para violar a mujeres europeas, o bien que la mayor parte de las violaciones provenían de estos hombres[xx] y que había que desconfiar de ellos[xxi]. Esto ha provocado que comenzaran a circular bulos que las agencias de información han tenido que desmentir[xxii]Estos pánicos morales no son únicos del territorio español. Si nos fijamos en Estados Unidos, veremos a un presidente que afirma que los mexicanos son unos violadores[xxiii], cuando es él mismo, un hombre blanco y de clase social alta, quien está acusado por dieciséis mujeres distintas de violencia sexual[xxiv]. Además, tal país tiene una trayectoria arraigada de los grupos ultrarreligiosos a, que llegan a afirmar cosas como que «research confirms that homosexuals molest children at a rate vastly higher than heterosexuals, and the mainstream homosexual culture commonly promotes sex with children», cuando los estudios actuales son incapaces de relacionar homosexualidad y pederastia.

La acusación de que las mujeres trans son hombres violadores o maltratadores encaja perfectamente con estos ejemplos que hemos señalado de pánicos morales. Se elige un colectivo minoritario u oprimido y, sin pruebas (e incluso con todos los datos en contra) se les acusa de actos delictivos de los que no son culpables y, en el caso de las mujeres trans, no solo no culpables, sino incluso víctimas.

4. «No se tiene que pasar ninguna prueba para que acepten la reasignación de género, y eso es peligroso porque hombres cis se harán pasar por mujeres trans».

En España, me remito a la información del Ministerio de Justicia sobre los documentos que hay que aportar para realizar el cambio de sexo en el registro civil[xxv]:

Certificado de empadronamiento.

Certificación literal de la inscripción de nacimiento.

Fotocopia del DNI.

Informe de médico o psicólogo clínico que haga referencia, uno, a la existencia de disonancia entre sexo inscrito y la identidad de género sentida o sexo psicosocial y a la estabilidad y persistencia de la disonancia y, dos, a la ausencia de trastornos de personalidad que pudieran influir de manera determinante en la existencia de la disonancia.


Bien es cierto que la Ley Trans lo que busca es que no sea necesario presentar el informe psicológico, que implica también pasar por hormonas durante un mínimo de dos años. La idea de eliminar tales restricciones es abalada por organismos como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa. Desde estas organizaciones se exige que se reconozca legalmente la identidad de género de las personas trans «mediante un proceso administrativo sencillo basado en la autoidentificación, sin requisitos abusivos como la obligación de presentar un diagnóstico médico, someterse a esterilización o tratamiento o divorciarse»[xxvi].


Aunque se haya demostrado que evitar este proceso mejora la salud mental de las personas trans, sobre todo al dejar de considerar su condición como una «enfermedad»[xxvii], hay sectores dentro del feminismo y la ultraderecha que, de nuevo, utilizan el pánico moral para señalar que un proceso más sencillo sería utilizado de forma fraudulenta, lo que ya hemos rebatido. Igualmente, puede ser un buen momento para observar qué ha ocurrido en las ocho comunidades autónomas españolas que ya tienen una ley trans, a saber, Andalucía, Navarra, Comunidad Valenciana, Aragón, Madrid, Islas Baleares, Extremadura y Murcia[xxviii]. Y la conclusión es que no ha ocurrido nada de lo que dicen las feministas transexcluyentes (principalmente, se centran en la falacia del aumento a mujeres cis en baños públicos y cárceles).


Tal vez debido a la inverosimilitud de que un grupo tan marginado sea tan problemático, en los últimos tiempos a veces se han centrado en señalar que verdaderos hombres cis se harían pasar por mujeres trans, sobre todo para que las transfieran de módulos en las cárceles y poder seguir agrediendo sexualmente a mujeres. En este sentido, se está asegurando que se utilizarán las leyes que garantizan los mismos derechos a las personas trans que al resto de la ciudadanía para un beneficio propio, que además es un acto delictivo e inmoral. Para desmontar esta segunda idea se debe tener cierto conocimiento sobre cómo funciona el sistema judicial español, en este caso.

Partimos de la base de que cualquier ley puede ser utilizada de forma fraudulenta, por lo que hay otros mecanismos jurídicos para remediar tales errores. En el artículo 11.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que regula el estatuto jurídico, se recoge que «Los Juzgados y Tribunales rechazarán fundadamente las peticiones, incidentes y excepciones que se formulen con manifiesto abuso de derecho o entrañen fraude de ley o procesal»[xxix]. El abuso de derecho consiste en sobrepasar los límites de tus derechos; el fraude de ley, en ampararte en una ley intentando eludir otra; y el fraude procesal se basa, en un procedimiento judicial, en manipular las pruebas en las que vas a basar tus alegaciones.

Si cualquier persona tuviera interés en beneficiarse indebidamente de una protección que no está dirigida para ella, incurriría en un delito que podría ser procesado. De la misma forma ocurre con el resto de leyes registradas en el Estado Español. No sería lógico retirar todos los beneficios legales que protegen los derechos en el país con el argumento de que pueden ser sobrepasados o utilizados fraudulentamente, pues con esa idea, simplemente no se podría legislar sobre nada.

 

5.      «TERF es un término incorrecto que se utiliza como insulto»


Partimos de la aceptación mutua de que «TERF» son las siglas de «Trans-Exclusionary Radical Feminism», es decir, «feminismo radical transexcluyente». Nadie parece discutir que la parte de feminismo radical sea incorrecta, el problema llega cuando hablamos de si es, o no es, transexcluyente. Las feministas calificadas con tal apelativo suelen defenderse diciendo que no pueden estar excluyendo a las personas trans si aceptan a los hombres trans; pero simplemente no podemos creer que tales feministas no estén entendiendo en realidad de lo que se les acusa, sino que no tienen forma lógica de defenderse.


    Hablando en términos de feminismo, y siendo el sujeto principal de tal lucha la mujer, se debe sobreentender que el problema señalado es que se está excluyendo a la mujer trans de espacios y luchas que también le pertenecen. Al negárselas, se está afirmando implícitamente que no sufren machismo, que no son mujeres «de verdad», y se las está exponiendo a discriminación y agresiones. Es por este motivo, y por ningún otro, que se tacha al movimiento de tránsfobo. Responder a esta acusación que «no somos tránsfobas porque incluimos a hombres trans» simplemente no tiene coherencia, como hemos dicho anteriormente, porque la acusación no menciona a estos en ningún punto.


En cuanto a si es un insulto o no, esa consideración debe basarse sobre todo en la pragmática, rama de la lingüística que estudia cómo el contexto influye en el significado de una palabra. Las definiciones de insulto que se manejan simplemente en semántica («[Acto de] ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones»[xxx]) resultan ser demasiado ambiguas o generalizadoras.


Para asentar unas bases, creemos que es innegable que el insulto debe ser en primer lugar una palabra que puedas relacionar con una característica atribuible a un ser humano (es sencillo entender que no puedes insultar a alguien llamándolo «silla» o «lluvioso», a no ser que lo utilices de forma metafórica y entonces sí pueda ser atribuible). Es ya más discutible que algo sea insulto o no por la intención del emisor o por la interpretación del receptor:

El significado [del insulto] pretende, por denotación o connotación,  ser  injuriante  u  ofensivo  para  el  hablante,  para  el  oyente  o  para  un  tercero.  A menudo,  el  significado  literal  de  la  expresión  es  inofensivo  (véase nabo,  banana)  y  es  la intención (codificada por el uso social, naturalmente) la que resulta definitoria. Existen, de todos modos, insultos indeseados: suele ocurrir que alguien se sienta insultado pese a que el emisor jure y perjure que no ha sido esa su intención.  Hay palabras que empiezan a ser insultos en un determinado momento y también insultos que dejan   de   serlo,   e   incluso,   sincrónicamente,   palabras   cuyo   valor   como   insulto   depende esencialmente de las circunstancias, del tono o de la relación de los interlocutores. Es que los insultos constituyen una de las zonas más activas y vitales de nuestro léxico; el vincularse con la  expresión  de  la  subjetividad,  se  trata,  además, de  un  vocabulario  sujeto  a  variación  social, etaria, geográfica e individual[xxxi].


Christopher Davis y Elin McCready afirman que hay tres aspectos que un término debe cumplir para considerarse un insulto: que semánticamente invoque un concepto que se pueda utilizar para menospreciar a un grupo en particular, que tal menosprecio funcione para subordinarlos dentro de una estructura de relaciones de poder y que tal grupo esté definido por una característica intrínseca[xxxii]. No concluyen que TERF lo sea porque cumple la primera condición, la segunda queda en duda y falla la tercera.


Como vemos, es un fenómeno con peso un fuerte peso no solo del emisor e interlocutor, sino sobre todo del contexto, incluyendo el contexto social. De hecho, hay lingüistas como Marisela Colín Rodea que consideran que los insultos son significados socialmente convenidos como negativos, y que varían de una comunidad a otra, lo que es visible en español, pues lo que es insultante en España puede no serlo en México[xxxiii]. Lo que se ha convenido es que el insulto no tiene como única motivación «agredir» o «dar rienda suelta a nuestras emociones», sino que puede marcar la defensa del punto de vista del emisor (denunciar, desautorizar) o inducir fuerza en el discurso[xxxiv].


El término que nos atañe parece poder ser utilizado como insulto dependiendo del contexto. De hecho, Deborah Cameron se dedica en un artículo a señalar que en los tuits, «TERF» suele estar acompañado de insultos o amenazas[xxxv], lo que demuestra que no vale la palabra en sí misma: en cualquier caso, sí parece demostrado que haya cogido carga connotativa negativa en las redes sociales anglosajonas. Con un vistazo rápido a las hispanohablantes, se puede visualizar perfectamente que hay un amplio sector que utiliza las siglas como mera definición de un subgrupo.


Queda señalar respecto a este hecho que no somos partidarios de ejercer la violencia por redes sociales, pero sí conscientes de que los movimientos activistas la utilizan en sus lemas continuamente. Conocidas son, y coreadas, frases del estilo «Ante la duda, tú la viuda»[xxxvi] o «Macho violador al triturador»[xxxvii], que también han sido señaladas como discursos de odio por parte de hombres que se han sentido aludidos. Es probable que sea más común criticar los insultos si vienen de una mujer debido a la idea de que esta no debe utilizar expresiones descorteses, ligando este estereotipo a otro que identifica como rasgo femenino la cortesía y la empatía[xxxviii]«TERF» no es el nuevo «bruja» ni el nuevo «feminazi», porque ambos términos se han dirigido históricamente a las mujeres con el fin último de coartar sus libertades y discriminar, mientras que TERF se sigue utilizando para señalar actitudes tránsfobas, con el fin de proteger a todas las mujeres, no solo las normativas.

 

6.      ¿Pero por qué es importante hablar de esto en redes sociales?

Volvemos a rescatar un porcentaje del que hemos hablado anteriormente. El colectivo trans se calcula que es alrededor de entre el 0,1% y el 0,6% de la población, y gran parte de él está, asumiblemente, dentro del armario. Muchas personas no son conscientes de conocer a alguien que forme parte de tal colectivo, por lo que su única fuente de información es lo que dicen los medios y lo que dicen las redes sociales.

En los medios de comunicación, la representación trans ha sido absolutamente marginal hasta hace unos pocos años, apareciendo comúnmente de forma morbosa en el ámbito de los sucesos, relacionándose con los asesinatos y la prostitución. De hecho, surgen cuatro problemas con la representación de las personas trans en los medios:

El incorrecto nombramiento y clasificación sexual del objeto del que se informa –optando por el nombre de nacimiento en vez de por el elegido por el propio sujeto y clasificándole sexualmente desde fuera en base a su fenotipo en general y sus genitales en particular en vez de por la identidad sexual expresada desde dentro–, la representación equivocada de la transexualidad – confundiéndola con el travestismo o la homosexualidad, entre otros–, la presentación de este hecho de diversidad sexual como un embaucamiento –sugiriendo que esta persona pretende ser de un sexo del que en realidad no es y cuya imagen estereotipada es la de un hombre gay embaucador– y la sexualización de los cuerpos de estos hombres y mujeres –tanto centrándose más o menos explícitamente en sus genitales como fuente de su identidad sexual como describiendo especialmente a las mujeres en situación de transexualidad como personas con un gran apetito hedónico[xxxix].

Por suerte, últimamente han surgido series con buena representación de personas transgénero (Orange Is The New Black [2013], The OA [2016], One Day At A Time [2017], Veneno [2020]), pero sigue siendo un problema que en las películas más conocidas sobre mujeres trans (Desayuno en Plutón [2005], Dallas Buyers Club [2013], La chica danesa [2015]), estas sean representadas por hombres cis. En Disclosure: Trans Lives on Screen (2020), relacionan esta representación directamente con los prejuicios señalados a lo largo de este artículo, comenzando por que las mujeres trans son hombres «disfrazados», lo que lleva a un sinnúmero de violencias en la vida real.

Es por esto, porque hablamos de un colectivo víctima de diversas violencias, que resulta importante tener una idea clara y certera de quiénes conforman ese colectivo, qué y qué no son. Las ideas agresivas o erróneas vertidas en redes contra las personas trans contribuyen a la estigmatización, la patologización y las agresiones directas. Se hace importante intentar educar en la tolerancia, sin olvidar que se deben tomar acciones legales para proteger al colectivo.

 

«Si la racionalidad pública y la igual protección de la ley significan algo, debe ser que el mero temor y la aversión no son bases suficientes para una ley que niega los derechos básicos. Una defensa atenta de la protección de las leyes igualitarias es un compromiso mínimo para una sociedad decente en lo que se refiere a la protección de grupos impopulares de los efectos dañinos del estigma y los temores asociados».

Martha Nussbaum


 

Bibliografía citada



[i] Alicia Rubio, «La última ”salvajada” de la diputada más ultra de Vox sobre los niños gays», Público, 2019. https://www.publico.es/tremending/2019/11/18/alicia-rubio-la-ultima-salvajada-de-la-diputada-mas-ultra-de-vox-sobre-los-ninos-gays/

[ii] Amara Santos, « El autobús contra la transexualidad de Hazte Oír vuelve a recorrer las calles de Madrid», El País, 2017. https://elpais.com/ccaa/2017/06/06/madrid/1496747297_464939.html

[iii] Carlota E. Ramírez, «Lidia Falcón: "Las mujeres trans son unos seres extraños"», Huffington Post, 2020. https://www.huffingtonpost.es/entry/lidia-falcon-las-mujeres-trans-son-unos-seres-extranos-que-deciden-ser-mujer_es_5e56c9a2c5b68f79fdc436e6

[v] Martha Nussbaum, El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, vergüenza y ley, Katz Conocimiento, 2006, pp.134-137.

[vi] Ibid, p.160.

[vii] «Desvinculan la testosterona de la agresividad infantil y la asocia a la hormona del estrés», Infosalus, 2020. https://www.infosalus.com/salud-investigacion/noticia-desvinculan-testosterona-agresividad-infantil-asocia-hormona-estres-20190416110908.html

[viii] Neus Olivé, «Pasado apetente, presente jactancioso», Putas e insumisas, Virus Editorial, 2017.

[ix] Lorena Martín, «Perversiones de género: mujeres asesinas, la construcción histórica de “chicas malas”», Putas e insumisas, Virus Editorial, 2017.

[x] Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, «Macroencuesta de violencia contra la mujer 2015. Avance de resultados», Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2015.

https://violenciagenero.igualdad.gob.es/violenciaEnCifras/macroencuesta2015/Avance_Resultados2015/home_valida.htm

Amnistía Internacional, «Datos y cifras de la violencia sexual», 2018. https://www.es.amnesty.org/fileadmin/noticias/Datos_y_cifras_VS.pdf

[xi] Ministerio de Interior, «Anuario estadístico del Ministerio de Interior», Catálogo de Publicaciones de la Administración General del Estado, 2016. http://www.interior.gob.es/documents/642317/1204854/Anuario-Estadistico-2015.pdf/03be89e1-dd38-47a2-9ce8-ccdd74659741

[xii] Gires, «Gender Variance in the UK: Prevalence, Incidence, Growth and Geographic Distribution», 2009.

https://es.scribd.com/document/218815457/2009-Gender-Variance-in-the-UK-Prevalence-Incidence-Growth-an-Geographic-Distribution

Mary Ann Horton, «The Incidence and Prevalence of SRS Among US Residents», 2008. https://es.scribd.com/document/218829232/2008-The-Incidence-and-Prevalence-of-SRS-Among-US-Residents

Gary J. Gates, "How many people are lesbian, gay, bisexual, and transgender?", William Institute, 2011. https://es.scribd.com/doc/218812742/2011-How-Many-People-Are-Lesbian-Gay-Bisexual-and-Transgender

[xiii] Laura Olías, «El 62% de los transexuales europeos ha sufrido acoso y el 54% se ha sentido discriminado», El Diario, 2014. https://www.eldiario.es/sociedad/transexuales-europeos-haberse-sentido-discriminado_1_4472607.html

[xiv] La Vanguardia, «Alrededor del 50% de las personas transexuales ejercen "en algún momento" la prostitución, según un estudio», La Vanguardia, 2012. https://www.lavanguardia.com/20120906/54347065385/alrededor-del-50-de-las-personas-transexuales-ejercen-en-algun-momento-la-prostitucion-segun-un.html

[xv] Servimedia, «España es el segundo país europeo con más asesinatos a personas transexuales», 2019. https://www.servimedia.es/noticias/1174852

Telemadrid, «Aumentan un 13,5% los transexuales asesinados en todo el mundo», 2018. http://www.telemadrid.es/noticias/sociedad/Aumentan-transexuales-asesinados-mundo-0-2074892494--20181209125207.html

[xvi] La Vanguardia, «Piden 21 años a 2 jóvenes que obligaban a gays reconocer actos de pederastia», 2018.https://www.lavanguardia.com/vida/20180118/44101259075/piden-21-anos-a-2-jovenes-que-obligaban-a-gays-reconocer-actos-de-pederastia.html

[xvii] ABC, «El Vaticano vincula la homosexualidad con los actos de pedofilia», 2010. https://www.abc.es/sociedad/abci-vaticano-vincula-homosexualidad-actos-pedofilia-201004120300-14047228295_noticia.html

[xviii] Virginia Martínez, «Más de la mitad de los menores LGTB sufre acoso escolar en las aulas», El País, 2016. https://elpais.com/politica/2015/12/30/actualidad/1451496841_566638.html

[xix] Javier Barroso, «Una agresión homófoba al día en la región», El País, 2019. https://elpais.com/ccaa/2019/04/07/madrid/1554646483_517939.html

[xx] I. Trujillo, «Abascal sobre las "manadas": "Cuando los agresores son musulmanes nadie se acuerda de la mujer"», La Razón, 2019. https://www.larazon.es/espana/abascal-sobre-las-manadas-cuando-los-agresores-son-musulmanes-nadie-se-acuerda-de-la-mujer-JE24463309/

[xxi] RTVE, «El arzobispo Cañizares pregunta si en la "invasión" de inmigrantes y refugiados es "todo trigo limpio"», 2015.  https://www.rtve.es/noticias/20151014/arzobispo-canizares-pregunta-si-invasion-inmigrantes-refugiados-todo-trigo-limpio/1238622.shtml

[xxii] EFE, «El bulo sobre los miembros de la Manada de Manresa: ni menas ni musulmanes», 2019.

https://www.efe.com/efe/espana/destacada/el-bulo-sobre-los-miembros-de-la-manada-manresa-ni-menas-musulmanes/10011-4019331

[xxiii] Elías Camhaji, «Los 10 insultos de Donald Trump a México», El País, 2016. https://elpais.com/internacional/2016/11/08/mexico/1478629803_395711.html

[xxiv] El Plural, «La infame respuesta de Donald Trump a la mujer que lo acusa de violación: "No es mi tipo"», 2019. https://www.elplural.com/politica/la-infame-respuesta-de-donald-trump-a-la-mujer-que-lo-acusa-de-violacion-no-es-mi-tipo_219264102

[xxvi] Naciones Unidas, «Campaña libres e iguales». https://www.unfe.org/es/transvisibility-2/

[xxvii] Mas-Grau, « Del transexualismo a la disforia de género en el DSM. Cambios termilógicos, misma esencia patoligizante», Revista Internacional de Sociología, 75 (2).

[xxviii] Álvaro Minguito, «Doce leyes en ocho comunidades recogen ya la autodeterminación de género que cuestiona ahora una parte del PSOE», El Salto, 2020. https://www.elsaltodiario.com/lgtbiq/leyes-autonomicas-trans-lgtb-autodeterminacion-genero-documento-interno-psoe

[xxix] Boletín Oficial del Estado, «Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial».

https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-1985-12666

[xxxi] Laura Malena Korfled, «Gramática y política del insulto», La Revista Barcelona, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2011.

[xxxii] Christopher Davis and Elin McCready, «The Instability of Slurs», University of the Ryukyus and Aoyama Gakuin University, 2018

[xxxiii] Marisela Colín Rodea, «Modelo interpretativo para el estudio del insulto», Estudios de Lingüística Aplicada, 2005, p. 20.

[xxxiv] Ibid, p. 23.

[xxxv]Deborah Cameron, «What makes a word a slur?», 2016. https://debuk.wordpress.com/2016/11/06/what-makes-a-word-a-slur/

[xxxvi] Aitor Sancho, «Ante la duda, tú la viuda», El Correo, 2012. https://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20121126/alava/ante-duda-viuda-20121126.html

[xxxvii] La Crónica de Salamanca, «“Macho violador, al triturador”», 2017. https://lacronicadesalamanca.com/187311-macho-violador-al-triturador/

[xxxviii] Cristina Tabernero, «Pragmática del insulto: de la prescripción al uso en la agresión verbal entre mujeres»,  Hipogrifo: Revista de Literatura y Cultura del Siglo de Oro, 2019.

[xxxix] Rubén Olveira Araujo, Rubén, «Trans en los media: Un estudio comparativo piloto del tratamiento de la transexualidad en la prensa generalista y los medios de comunicación digitales», Mediatika, 17, 2019. http://ojs.eusko-ikaskuntza.eus/index.php/mediatika/article/view/862/834